Los desafíos de la política inclusiva en la escuela secundaria

Autores
Roa, Magdalena
Año de publicación
2014
Idioma
español castellano
Tipo de recurso
artículo
Estado
versión aceptada
Descripción
La Ley de Educación Nacional, 26206, plantea un cambio histórico para la educación, la obligatoriedad de la escuela secundaria. La inclusión se trata de uno de los objetivos más fuertes para el nivel medio, un excelente propósito, una superación como país, cuya finalidad es que todos los jóvenes alcancen su nivel secundario y con ello mejoren sus condiciones de vida. Permitiría que sectores sociales que históricamente no han alcanzado este nivel de formación no queden excluidos de los circuitos institucionales. Sin embargo, quienes formamos parte de las instituciones educativas diariamente sabemos que no se trata de una aspiración que es simple de cumplir. Cada escuela es distinta; la lógica del funcionamiento escolar, la filosofía institucional, su historicidad, las expectativas de los padres, las características del equipo docentes, entre otros aspectos, dan forma a este desafío nacional (reciente en términos históricos) que cobra en cada caso un sentido particular. Propongo contextualizar esta problemática en una escuela privada de nivel medio en la que trabajo como directora. La misma inició sus actividades en 2011 por lo que nos encontramos transitando el cuarto ciclo lectivo. Nacimos y crecimos con la LEN, nos iniciamos en esta nueva filosofía, por lo que no tuvimos que cambiar la perspectiva sobre la marcha, pero todos tenemos historia personal y sin dudas, somos herederos de la tradición histórica de este nivel. Las dificultades a las que nos enfrentamos a diario en relación con nuestros alumnos, no están asociadas a la posibilidad de riesgo social, sino más bien a dificultades de aprendizaje, patologías (integraciones) e historias de vida y/o familiares complejas. A su vez, los cursos de los alumnos más grandes (los primeros cursos) son muy heterogéneos en relación con sus trayectorias escolares previas. Si bien está claro que la escuela en la actualidad no tiene una función homogeneizadora, la heterogeneidad es amplia: aproximadamente las dos terceras partes de los estudiantes de tercero y cuarto año se fue incorporado al Colegio en el nivel secundario y llegó con la intención de “torcer” su historia escolar. Entre los propósitos institucionales, gestados en continuidad con los otros niveles al momento de la creación del nivel, nos proponemos conocer y acompañar a todos los alumnos en el tránsito por la escolaridad, entendiendo que a partir de esto podemos minimizar las frustraciones, ayudarlos a tolerarlas cuando aparecen, y/o colaborar en la construcción de su personalidad y proyecto de vida. El equipo docente se fue conformando a la par de que se construía el nivel, y debido a la carga histórica con la que todos llegamos, la brecha entre estos propósitos plasmados en un ideario y la realidad no fue menor en los primeros momentos, ni fácil de acortar a medida que pasaba el tiempo. A tres años y algo más de haber dado inicio a las actividades y con ello, a dar forma al ideario, la perspectiva de la problemática de la inclusión en el contexto graficado anteriormente toma dos sentidos bien definidos: - Por un lado, cómo afrontar realmente las dificultades de aprendizaje. El propósito de la LEN es que todos los jóvenes finalicen la escuela secundaria y aprendan, inclusión con aprendizaje, pero esto adquiere un carácter particular en aquellos alumnos con integraciones o dificultades de aprendizaje. Para ellos, es necesario implementar adaptaciones de distinto tipo. Cada docente tiene que disponerse a conocer a los estudiantes de manera individual, a la vez que se realiza un trabajo de equipo coordinado entre docentes, directivo, equipo de orientación escolar, profesionales externos y familia. Si no se hacen las adaptaciones pedagógicas necesarias (o se hacen mal, o insuficientemente, o no regularmente), los malos resultados no tardan en aparecer, y con ello sin dudas, el malestar de jóvenes y padres, y la respuesta que tenemos que dar como institución, o que tengo que dar como directora. A su vez, cuando la proporción de alumnos con estas características es grande, la complejización es mayor. - Por otro, qué hacer con la trasgresión adolescente para que las consecuencias a las faltas a las normas incluyan real aprendizaje. Tradicionalmente en las escuelas secundarias los indisciplinados eran amonestados. Acumulando cierta cantidad de amonestaciones ese alumno era excluido de esa institución. En la actualidad, desde una visión superadora, la idea de disciplina fue sustituida por la idea de convivencia, de carácter más integral. Los Acuerdos Institucionales de Convivencia deben construirse entre todos los actores por lo que las normas y las consecuencias a sus incumplimientos tienen cada vez menos carácter impuesto a la vez que no tienen el espíritu sancionador y excluyente, sino la intencionalidad pedagógica de aprender a convivir con otros. Cuando un alumno trasgrede frecuentemente, o las trasgresiones van en escalada, o las familias no acuerdan con las normas institucionales, las consecuencias suelen ser insuficientes para que se produzca aprendizaje. Los alumnos saben que podrán continuar por el camino de la trasgresión sin que haya mayores consecuencias para ellos. Este encuadre normativo para la convivencia parece ser prometedor para la construcción como sociedad, y otro gran desafío para la escuela. Sin embargo, está dado en un contexto político y social en el que se relativizan los escenarios, se priorizan los derechos por sobre las obligaciones y las instituciones ya no instituyen, lo que hace muy difícil el cumplimiento del objetivo. Hasta hace poco tiempo, en las escuelas con características como la nuestra, los alumnos que no terminaban sus estudios (allí), era porque no podían por la acumulación de fracasos o porque por sus conductas se los expulsaba. En todos los casos, pasaban a otro tipo de escuelas que los recibía, en la que finalizaban, produciéndose el mencionado efecto colador. Solía interpretarse esta situación a partir de suponer que esa escuela era difícil o exigente para él. Hoy es la escuela la que tiene que adaptarse al alumno. Pero la resolución de este tipo de situaciones que excluyen al alumno “problema”, está en el imaginario de los padres y en la tradición docente, y a partir de ello hay que construir historia a diario.
Fil: Roa,Magdalena. Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Facultad de Ingeniería. Colegio Secundario Ayres del Cerro; Argentina
Materia
Educación
Enseñanza secundaria
Enseñanza privada
Inclusión educativa
Ley 26206
Siglo XXI-primera mitad
Aprendizaje
Argentina
Nivel de accesibilidad
acceso abierto
Condiciones de uso
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/
Repositorio
RIDAA (UNICEN)
Institución
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires
OAI Identificador
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Las dificultades a las que nos enfrentamos a diario en relación con nuestros alumnos, no están asociadas a la posibilidad de riesgo social, sino más bien a dificultades de aprendizaje, patologías (integraciones) e historias de vida y/o familiares complejas. A su vez, los cursos de los alumnos más grandes (los primeros cursos) son muy heterogéneos en relación con sus trayectorias escolares previas. Si bien está claro que la escuela en la actualidad no tiene una función homogeneizadora, la heterogeneidad es amplia: aproximadamente las dos terceras partes de los estudiantes de tercero y cuarto año se fue incorporado al Colegio en el nivel secundario y llegó con la intención de “torcer” su historia escolar. 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El propósito de la LEN es que todos los jóvenes finalicen la escuela secundaria y aprendan, inclusión con aprendizaje, pero esto adquiere un carácter particular en aquellos alumnos con integraciones o dificultades de aprendizaje. Para ellos, es necesario implementar adaptaciones de distinto tipo. Cada docente tiene que disponerse a conocer a los estudiantes de manera individual, a la vez que se realiza un trabajo de equipo coordinado entre docentes, directivo, equipo de orientación escolar, profesionales externos y familia. Si no se hacen las adaptaciones pedagógicas necesarias (o se hacen mal, o insuficientemente, o no regularmente), los malos resultados no tardan en aparecer, y con ello sin dudas, el malestar de jóvenes y padres, y la respuesta que tenemos que dar como institución, o que tengo que dar como directora. A su vez, cuando la proporción de alumnos con estas características es grande, la complejización es mayor. - Por otro, qué hacer con la trasgresión adolescente para que las consecuencias a las faltas a las normas incluyan real aprendizaje. Tradicionalmente en las escuelas secundarias los indisciplinados eran amonestados. Acumulando cierta cantidad de amonestaciones ese alumno era excluido de esa institución. En la actualidad, desde una visión superadora, la idea de disciplina fue sustituida por la idea de convivencia, de carácter más integral. Los Acuerdos Institucionales de Convivencia deben construirse entre todos los actores por lo que las normas y las consecuencias a sus incumplimientos tienen cada vez menos carácter impuesto a la vez que no tienen el espíritu sancionador y excluyente, sino la intencionalidad pedagógica de aprender a convivir con otros. Cuando un alumno trasgrede frecuentemente, o las trasgresiones van en escalada, o las familias no acuerdan con las normas institucionales, las consecuencias suelen ser insuficientes para que se produzca aprendizaje. Los alumnos saben que podrán continuar por el camino de la trasgresión sin que haya mayores consecuencias para ellos. Este encuadre normativo para la convivencia parece ser prometedor para la construcción como sociedad, y otro gran desafío para la escuela. Sin embargo, está dado en un contexto político y social en el que se relativizan los escenarios, se priorizan los derechos por sobre las obligaciones y las instituciones ya no instituyen, lo que hace muy difícil el cumplimiento del objetivo. Hasta hace poco tiempo, en las escuelas con características como la nuestra, los alumnos que no terminaban sus estudios (allí), era porque no podían por la acumulación de fracasos o porque por sus conductas se los expulsaba. En todos los casos, pasaban a otro tipo de escuelas que los recibía, en la que finalizaban, produciéndose el mencionado efecto colador. Solía interpretarse esta situación a partir de suponer que esa escuela era difícil o exigente para él. Hoy es la escuela la que tiene que adaptarse al alumno. Pero la resolución de este tipo de situaciones que excluyen al alumno “problema”, está en el imaginario de los padres y en la tradición docente, y a partir de ello hay que construir historia a diario.Fil: Roa,Magdalena. Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Facultad de Ingeniería. Colegio Secundario Ayres del Cerro; ArgentinaUniversidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Humanas. Núcleo de Estudios Educacionales y Sociales. 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Las dificultades a las que nos enfrentamos a diario en relación con nuestros alumnos, no están asociadas a la posibilidad de riesgo social, sino más bien a dificultades de aprendizaje, patologías (integraciones) e historias de vida y/o familiares complejas. A su vez, los cursos de los alumnos más grandes (los primeros cursos) son muy heterogéneos en relación con sus trayectorias escolares previas. Si bien está claro que la escuela en la actualidad no tiene una función homogeneizadora, la heterogeneidad es amplia: aproximadamente las dos terceras partes de los estudiantes de tercero y cuarto año se fue incorporado al Colegio en el nivel secundario y llegó con la intención de “torcer” su historia escolar. Entre los propósitos institucionales, gestados en continuidad con los otros niveles al momento de la creación del nivel, nos proponemos conocer y acompañar a todos los alumnos en el tránsito por la escolaridad, entendiendo que a partir de esto podemos minimizar las frustraciones, ayudarlos a tolerarlas cuando aparecen, y/o colaborar en la construcción de su personalidad y proyecto de vida. El equipo docente se fue conformando a la par de que se construía el nivel, y debido a la carga histórica con la que todos llegamos, la brecha entre estos propósitos plasmados en un ideario y la realidad no fue menor en los primeros momentos, ni fácil de acortar a medida que pasaba el tiempo. A tres años y algo más de haber dado inicio a las actividades y con ello, a dar forma al ideario, la perspectiva de la problemática de la inclusión en el contexto graficado anteriormente toma dos sentidos bien definidos: - Por un lado, cómo afrontar realmente las dificultades de aprendizaje. El propósito de la LEN es que todos los jóvenes finalicen la escuela secundaria y aprendan, inclusión con aprendizaje, pero esto adquiere un carácter particular en aquellos alumnos con integraciones o dificultades de aprendizaje. Para ellos, es necesario implementar adaptaciones de distinto tipo. Cada docente tiene que disponerse a conocer a los estudiantes de manera individual, a la vez que se realiza un trabajo de equipo coordinado entre docentes, directivo, equipo de orientación escolar, profesionales externos y familia. Si no se hacen las adaptaciones pedagógicas necesarias (o se hacen mal, o insuficientemente, o no regularmente), los malos resultados no tardan en aparecer, y con ello sin dudas, el malestar de jóvenes y padres, y la respuesta que tenemos que dar como institución, o que tengo que dar como directora. A su vez, cuando la proporción de alumnos con estas características es grande, la complejización es mayor. - Por otro, qué hacer con la trasgresión adolescente para que las consecuencias a las faltas a las normas incluyan real aprendizaje. Tradicionalmente en las escuelas secundarias los indisciplinados eran amonestados. Acumulando cierta cantidad de amonestaciones ese alumno era excluido de esa institución. En la actualidad, desde una visión superadora, la idea de disciplina fue sustituida por la idea de convivencia, de carácter más integral. Los Acuerdos Institucionales de Convivencia deben construirse entre todos los actores por lo que las normas y las consecuencias a sus incumplimientos tienen cada vez menos carácter impuesto a la vez que no tienen el espíritu sancionador y excluyente, sino la intencionalidad pedagógica de aprender a convivir con otros. Cuando un alumno trasgrede frecuentemente, o las trasgresiones van en escalada, o las familias no acuerdan con las normas institucionales, las consecuencias suelen ser insuficientes para que se produzca aprendizaje. Los alumnos saben que podrán continuar por el camino de la trasgresión sin que haya mayores consecuencias para ellos. Este encuadre normativo para la convivencia parece ser prometedor para la construcción como sociedad, y otro gran desafío para la escuela. Sin embargo, está dado en un contexto político y social en el que se relativizan los escenarios, se priorizan los derechos por sobre las obligaciones y las instituciones ya no instituyen, lo que hace muy difícil el cumplimiento del objetivo. Hasta hace poco tiempo, en las escuelas con características como la nuestra, los alumnos que no terminaban sus estudios (allí), era porque no podían por la acumulación de fracasos o porque por sus conductas se los expulsaba. En todos los casos, pasaban a otro tipo de escuelas que los recibía, en la que finalizaban, produciéndose el mencionado efecto colador. Solía interpretarse esta situación a partir de suponer que esa escuela era difícil o exigente para él. Hoy es la escuela la que tiene que adaptarse al alumno. Pero la resolución de este tipo de situaciones que excluyen al alumno “problema”, está en el imaginario de los padres y en la tradición docente, y a partir de ello hay que construir historia a diario.
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Propongo contextualizar esta problemática en una escuela privada de nivel medio en la que trabajo como directora. La misma inició sus actividades en 2011 por lo que nos encontramos transitando el cuarto ciclo lectivo. Nacimos y crecimos con la LEN, nos iniciamos en esta nueva filosofía, por lo que no tuvimos que cambiar la perspectiva sobre la marcha, pero todos tenemos historia personal y sin dudas, somos herederos de la tradición histórica de este nivel. Las dificultades a las que nos enfrentamos a diario en relación con nuestros alumnos, no están asociadas a la posibilidad de riesgo social, sino más bien a dificultades de aprendizaje, patologías (integraciones) e historias de vida y/o familiares complejas. A su vez, los cursos de los alumnos más grandes (los primeros cursos) son muy heterogéneos en relación con sus trayectorias escolares previas. Si bien está claro que la escuela en la actualidad no tiene una función homogeneizadora, la heterogeneidad es amplia: aproximadamente las dos terceras partes de los estudiantes de tercero y cuarto año se fue incorporado al Colegio en el nivel secundario y llegó con la intención de “torcer” su historia escolar. Entre los propósitos institucionales, gestados en continuidad con los otros niveles al momento de la creación del nivel, nos proponemos conocer y acompañar a todos los alumnos en el tránsito por la escolaridad, entendiendo que a partir de esto podemos minimizar las frustraciones, ayudarlos a tolerarlas cuando aparecen, y/o colaborar en la construcción de su personalidad y proyecto de vida. El equipo docente se fue conformando a la par de que se construía el nivel, y debido a la carga histórica con la que todos llegamos, la brecha entre estos propósitos plasmados en un ideario y la realidad no fue menor en los primeros momentos, ni fácil de acortar a medida que pasaba el tiempo. A tres años y algo más de haber dado inicio a las actividades y con ello, a dar forma al ideario, la perspectiva de la problemática de la inclusión en el contexto graficado anteriormente toma dos sentidos bien definidos: - Por un lado, cómo afrontar realmente las dificultades de aprendizaje. El propósito de la LEN es que todos los jóvenes finalicen la escuela secundaria y aprendan, inclusión con aprendizaje, pero esto adquiere un carácter particular en aquellos alumnos con integraciones o dificultades de aprendizaje. Para ellos, es necesario implementar adaptaciones de distinto tipo. Cada docente tiene que disponerse a conocer a los estudiantes de manera individual, a la vez que se realiza un trabajo de equipo coordinado entre docentes, directivo, equipo de orientación escolar, profesionales externos y familia. Si no se hacen las adaptaciones pedagógicas necesarias (o se hacen mal, o insuficientemente, o no regularmente), los malos resultados no tardan en aparecer, y con ello sin dudas, el malestar de jóvenes y padres, y la respuesta que tenemos que dar como institución, o que tengo que dar como directora. A su vez, cuando la proporción de alumnos con estas características es grande, la complejización es mayor. - Por otro, qué hacer con la trasgresión adolescente para que las consecuencias a las faltas a las normas incluyan real aprendizaje. Tradicionalmente en las escuelas secundarias los indisciplinados eran amonestados. Acumulando cierta cantidad de amonestaciones ese alumno era excluido de esa institución. En la actualidad, desde una visión superadora, la idea de disciplina fue sustituida por la idea de convivencia, de carácter más integral. Los Acuerdos Institucionales de Convivencia deben construirse entre todos los actores por lo que las normas y las consecuencias a sus incumplimientos tienen cada vez menos carácter impuesto a la vez que no tienen el espíritu sancionador y excluyente, sino la intencionalidad pedagógica de aprender a convivir con otros. Cuando un alumno trasgrede frecuentemente, o las trasgresiones van en escalada, o las familias no acuerdan con las normas institucionales, las consecuencias suelen ser insuficientes para que se produzca aprendizaje. Los alumnos saben que podrán continuar por el camino de la trasgresión sin que haya mayores consecuencias para ellos. Este encuadre normativo para la convivencia parece ser prometedor para la construcción como sociedad, y otro gran desafío para la escuela. Sin embargo, está dado en un contexto político y social en el que se relativizan los escenarios, se priorizan los derechos por sobre las obligaciones y las instituciones ya no instituyen, lo que hace muy difícil el cumplimiento del objetivo. Hasta hace poco tiempo, en las escuelas con características como la nuestra, los alumnos que no terminaban sus estudios (allí), era porque no podían por la acumulación de fracasos o porque por sus conductas se los expulsaba. En todos los casos, pasaban a otro tipo de escuelas que los recibía, en la que finalizaban, produciéndose el mencionado efecto colador. Solía interpretarse esta situación a partir de suponer que esa escuela era difícil o exigente para él. Hoy es la escuela la que tiene que adaptarse al alumno. Pero la resolución de este tipo de situaciones que excluyen al alumno “problema”, está en el imaginario de los padres y en la tradición docente, y a partir de ello hay que construir historia a diario.
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