¿La frontera urbana rural alteña?: Una experiencia de campo en Bolivia
- Autores
- Diaz, Mariela Paula; Canaza, Miguel
- Año de publicación
- 2020
- Idioma
- español castellano
- Tipo de recurso
- parte de libro
- Estado
- versión publicada
- Descripción
- En síntesis, el barrio se percibía como un espacio femenino aymara y el hogar como su lugar de trabajo ¿Dónde estaban entonces los varones conocidos en el lenguaje patriarcal como los jefes de familia? Trabajando fuera del hogar, ya que consideramos que las tareas de cuidado y reproductivas realizadas por las mujeres también son trabajos, aunque no reconocidos como tal por la sociedad y por ende no remunerados. ¿Qué hacían los varones? Se desempeñaban como albañiles en La Paz o El Alto, como choferes de transporte público. Por lo tanto, nuestros paseos los domingos por el barrio eran distintos, podíamos conversar con la familianuclear completa.Una de las características más notorias de las familias periurbanas es la doble y hasta triple residencia por medio de prácticas plurilocales. Las familias nos contaban su tránsito entre el campo y la ciudad. En épocas de siembra y cosecha volvían a sus comunidades de origen para dedicarse a labores de agricultura en el altiplano, mientras otras se dirigían a los Yungas a cosechar o sembrar coca. La producción agrícola en las comunidades es un medio importante para la reproducción mínima del hogar en la ciudad.En la situación de precariedad habitacional y laboral en las que esas familias se encontraban, el vínculo con el área rural se tornaba fundamental para la vida urbana. Aunque hay motivos económicos para este retorno pendular, es necesario aclarar que las comunidades rurales bolivianas tienen la particularidad de combinar propiedad colectiva de la tierra y laposesión familiar o individual de una parcela, cuestión que contrae un conjunto de obligaciones y compromisos comunitarios, tales como ocupar cargos públicos, asistir a festividades, estar presente en la cosecha y siembra. Además, la dinámica campo-ciudad permanente y continua sevincula con la dinámica en ciudades de otros países como Buenos Aires y Sao Paulo a través de sus familiares o redes de parentesco comunitario. Estas movilidades bolivianas urbana-rural a nivel local y transnacional constituyen estrategias familiares de reproducción en tiempos de globalización capitalista. Cabe señalar que este país hasta avanzado el siglo XX tenía un predominio rural. Fue primero la Revolución de 1952 y luego las medidas dispuestas por el emblemático Decreto Neoliberal 21060, las que desarrollaron y profundizaron el proceso de urbanización del país, denominado ?urbanización de la pobreza?. De este modo, recorriendo un barrio periférico de El Alto se pudieron analizar las huellas de procesos más estructurales e históricos inherentes a la urbanización boliviana, con sus especificidades pero también con sus rasgos comunes con el proceso de urbanización latinoamericano y de los países andinosen particular.Este hilo de continuidad no sólo con la comunidad rural de origen sino además el desarrollo de actividades rurales en un área periférica de la segunda ciudad más poblada de Bolivia, nos presentó una frontera urbana-rural. Esta categoría analítica, sin embargo, nos plantea la situaciónde manera binaria. En cambio, podríamos nombrar la emergencia de territorios/fronteras rururbanas en tanto mixtura de usos del suelo urbano (en este caso predomina un uso residencial, puesta en tensión por la presencia de viviendas productivas) y rural (centrado en actividadesagrícolas y de pastoreo de animales en un hábitat de baja consolidación y espacios verdes comunes).Estas prácticas rurales en un entorno o contexto urbano mantienen un hilo de continuidad con las llevadas a cabo en sus comunidades de origen, y en ambos casos son las mujeres aymaras las encargadas de las tareas familiares y/o comunitarias de reproducción. En esta dirección,las prácticas plurilocales o las movilidades residenciales pendulares nos plantea la posibilidad de indagar la relación urbana-rural como un todo interrelacionado. El hábitat (o la configuración territorial) no sólo condiciona las prácticas sociales, sino que fundamentalmente se ve transformada por las mismas, planteando una relación dialéctica entreel hábitat y el habitar.Por consiguiente, un estudio sobre las fronteras tiene el desafío epistemológico de romper con la visión estática, objetual y cosificadora delos territorios para incluir una perspectiva más dinámica, histórica, queincluya en su análisis las movilidades residenciales de los sujetos, lasrelaciones y las prácticas sociales, que son de poder y desiguales (segúnclase, género y etnia/raza). Por último, cabe problematizar la idea de unproceso de urbanización como una tendencia absoluta y lineal. Estos territorios rurubanos pueden entenderse como contratendencias, producto de prácticas plurilocales llevadas a cabo por migrantes empobrecidos de la ciudad.
Fil: Diaz, Mariela Paula. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo; Argentina. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Oficina de Coordinación Administrativa Saavedra 15. Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas; Argentina
Fil: Canaza, Miguel. Universidad Mayor de San Andrés; Bolivia - Materia
-
FRONTERA
PRACTICAS RURURBANAS
MIGRACION INTERNA
INDIGENISMO - Nivel de accesibilidad
- acceso abierto
- Condiciones de uso
- https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/2.5/ar/
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Por lo tanto, nuestros paseos los domingos por el barrio eran distintos, podíamos conversar con la familianuclear completa.Una de las características más notorias de las familias periurbanas es la doble y hasta triple residencia por medio de prácticas plurilocales. Las familias nos contaban su tránsito entre el campo y la ciudad. En épocas de siembra y cosecha volvían a sus comunidades de origen para dedicarse a labores de agricultura en el altiplano, mientras otras se dirigían a los Yungas a cosechar o sembrar coca. La producción agrícola en las comunidades es un medio importante para la reproducción mínima del hogar en la ciudad.En la situación de precariedad habitacional y laboral en las que esas familias se encontraban, el vínculo con el área rural se tornaba fundamental para la vida urbana. Aunque hay motivos económicos para este retorno pendular, es necesario aclarar que las comunidades rurales bolivianas tienen la particularidad de combinar propiedad colectiva de la tierra y laposesión familiar o individual de una parcela, cuestión que contrae un conjunto de obligaciones y compromisos comunitarios, tales como ocupar cargos públicos, asistir a festividades, estar presente en la cosecha y siembra. Además, la dinámica campo-ciudad permanente y continua sevincula con la dinámica en ciudades de otros países como Buenos Aires y Sao Paulo a través de sus familiares o redes de parentesco comunitario. Estas movilidades bolivianas urbana-rural a nivel local y transnacional constituyen estrategias familiares de reproducción en tiempos de globalización capitalista. Cabe señalar que este país hasta avanzado el siglo XX tenía un predominio rural. Fue primero la Revolución de 1952 y luego las medidas dispuestas por el emblemático Decreto Neoliberal 21060, las que desarrollaron y profundizaron el proceso de urbanización del país, denominado ?urbanización de la pobreza?. De este modo, recorriendo un barrio periférico de El Alto se pudieron analizar las huellas de procesos más estructurales e históricos inherentes a la urbanización boliviana, con sus especificidades pero también con sus rasgos comunes con el proceso de urbanización latinoamericano y de los países andinosen particular.Este hilo de continuidad no sólo con la comunidad rural de origen sino además el desarrollo de actividades rurales en un área periférica de la segunda ciudad más poblada de Bolivia, nos presentó una frontera urbana-rural. Esta categoría analítica, sin embargo, nos plantea la situaciónde manera binaria. En cambio, podríamos nombrar la emergencia de territorios/fronteras rururbanas en tanto mixtura de usos del suelo urbano (en este caso predomina un uso residencial, puesta en tensión por la presencia de viviendas productivas) y rural (centrado en actividadesagrícolas y de pastoreo de animales en un hábitat de baja consolidación y espacios verdes comunes).Estas prácticas rurales en un entorno o contexto urbano mantienen un hilo de continuidad con las llevadas a cabo en sus comunidades de origen, y en ambos casos son las mujeres aymaras las encargadas de las tareas familiares y/o comunitarias de reproducción. En esta dirección,las prácticas plurilocales o las movilidades residenciales pendulares nos plantea la posibilidad de indagar la relación urbana-rural como un todo interrelacionado. 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En épocas de siembra y cosecha volvían a sus comunidades de origen para dedicarse a labores de agricultura en el altiplano, mientras otras se dirigían a los Yungas a cosechar o sembrar coca. La producción agrícola en las comunidades es un medio importante para la reproducción mínima del hogar en la ciudad.En la situación de precariedad habitacional y laboral en las que esas familias se encontraban, el vínculo con el área rural se tornaba fundamental para la vida urbana. Aunque hay motivos económicos para este retorno pendular, es necesario aclarar que las comunidades rurales bolivianas tienen la particularidad de combinar propiedad colectiva de la tierra y laposesión familiar o individual de una parcela, cuestión que contrae un conjunto de obligaciones y compromisos comunitarios, tales como ocupar cargos públicos, asistir a festividades, estar presente en la cosecha y siembra. Además, la dinámica campo-ciudad permanente y continua sevincula con la dinámica en ciudades de otros países como Buenos Aires y Sao Paulo a través de sus familiares o redes de parentesco comunitario. Estas movilidades bolivianas urbana-rural a nivel local y transnacional constituyen estrategias familiares de reproducción en tiempos de globalización capitalista. Cabe señalar que este país hasta avanzado el siglo XX tenía un predominio rural. Fue primero la Revolución de 1952 y luego las medidas dispuestas por el emblemático Decreto Neoliberal 21060, las que desarrollaron y profundizaron el proceso de urbanización del país, denominado ?urbanización de la pobreza?. De este modo, recorriendo un barrio periférico de El Alto se pudieron analizar las huellas de procesos más estructurales e históricos inherentes a la urbanización boliviana, con sus especificidades pero también con sus rasgos comunes con el proceso de urbanización latinoamericano y de los países andinosen particular.Este hilo de continuidad no sólo con la comunidad rural de origen sino además el desarrollo de actividades rurales en un área periférica de la segunda ciudad más poblada de Bolivia, nos presentó una frontera urbana-rural. Esta categoría analítica, sin embargo, nos plantea la situaciónde manera binaria. En cambio, podríamos nombrar la emergencia de territorios/fronteras rururbanas en tanto mixtura de usos del suelo urbano (en este caso predomina un uso residencial, puesta en tensión por la presencia de viviendas productivas) y rural (centrado en actividadesagrícolas y de pastoreo de animales en un hábitat de baja consolidación y espacios verdes comunes).Estas prácticas rurales en un entorno o contexto urbano mantienen un hilo de continuidad con las llevadas a cabo en sus comunidades de origen, y en ambos casos son las mujeres aymaras las encargadas de las tareas familiares y/o comunitarias de reproducción. En esta dirección,las prácticas plurilocales o las movilidades residenciales pendulares nos plantea la posibilidad de indagar la relación urbana-rural como un todo interrelacionado. El hábitat (o la configuración territorial) no sólo condiciona las prácticas sociales, sino que fundamentalmente se ve transformada por las mismas, planteando una relación dialéctica entreel hábitat y el habitar.Por consiguiente, un estudio sobre las fronteras tiene el desafío epistemológico de romper con la visión estática, objetual y cosificadora delos territorios para incluir una perspectiva más dinámica, histórica, queincluya en su análisis las movilidades residenciales de los sujetos, lasrelaciones y las prácticas sociales, que son de poder y desiguales (segúnclase, género y etnia/raza). Por último, cabe problematizar la idea de unproceso de urbanización como una tendencia absoluta y lineal. Estos territorios rurubanos pueden entenderse como contratendencias, producto de prácticas plurilocales llevadas a cabo por migrantes empobrecidos de la ciudad. Fil: Diaz, Mariela Paula. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo; Argentina. 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En síntesis, el barrio se percibía como un espacio femenino aymara y el hogar como su lugar de trabajo ¿Dónde estaban entonces los varones conocidos en el lenguaje patriarcal como los jefes de familia? Trabajando fuera del hogar, ya que consideramos que las tareas de cuidado y reproductivas realizadas por las mujeres también son trabajos, aunque no reconocidos como tal por la sociedad y por ende no remunerados. ¿Qué hacían los varones? Se desempeñaban como albañiles en La Paz o El Alto, como choferes de transporte público. Por lo tanto, nuestros paseos los domingos por el barrio eran distintos, podíamos conversar con la familianuclear completa.Una de las características más notorias de las familias periurbanas es la doble y hasta triple residencia por medio de prácticas plurilocales. Las familias nos contaban su tránsito entre el campo y la ciudad. En épocas de siembra y cosecha volvían a sus comunidades de origen para dedicarse a labores de agricultura en el altiplano, mientras otras se dirigían a los Yungas a cosechar o sembrar coca. La producción agrícola en las comunidades es un medio importante para la reproducción mínima del hogar en la ciudad.En la situación de precariedad habitacional y laboral en las que esas familias se encontraban, el vínculo con el área rural se tornaba fundamental para la vida urbana. Aunque hay motivos económicos para este retorno pendular, es necesario aclarar que las comunidades rurales bolivianas tienen la particularidad de combinar propiedad colectiva de la tierra y laposesión familiar o individual de una parcela, cuestión que contrae un conjunto de obligaciones y compromisos comunitarios, tales como ocupar cargos públicos, asistir a festividades, estar presente en la cosecha y siembra. Además, la dinámica campo-ciudad permanente y continua sevincula con la dinámica en ciudades de otros países como Buenos Aires y Sao Paulo a través de sus familiares o redes de parentesco comunitario. Estas movilidades bolivianas urbana-rural a nivel local y transnacional constituyen estrategias familiares de reproducción en tiempos de globalización capitalista. Cabe señalar que este país hasta avanzado el siglo XX tenía un predominio rural. Fue primero la Revolución de 1952 y luego las medidas dispuestas por el emblemático Decreto Neoliberal 21060, las que desarrollaron y profundizaron el proceso de urbanización del país, denominado ?urbanización de la pobreza?. De este modo, recorriendo un barrio periférico de El Alto se pudieron analizar las huellas de procesos más estructurales e históricos inherentes a la urbanización boliviana, con sus especificidades pero también con sus rasgos comunes con el proceso de urbanización latinoamericano y de los países andinosen particular.Este hilo de continuidad no sólo con la comunidad rural de origen sino además el desarrollo de actividades rurales en un área periférica de la segunda ciudad más poblada de Bolivia, nos presentó una frontera urbana-rural. Esta categoría analítica, sin embargo, nos plantea la situaciónde manera binaria. En cambio, podríamos nombrar la emergencia de territorios/fronteras rururbanas en tanto mixtura de usos del suelo urbano (en este caso predomina un uso residencial, puesta en tensión por la presencia de viviendas productivas) y rural (centrado en actividadesagrícolas y de pastoreo de animales en un hábitat de baja consolidación y espacios verdes comunes).Estas prácticas rurales en un entorno o contexto urbano mantienen un hilo de continuidad con las llevadas a cabo en sus comunidades de origen, y en ambos casos son las mujeres aymaras las encargadas de las tareas familiares y/o comunitarias de reproducción. En esta dirección,las prácticas plurilocales o las movilidades residenciales pendulares nos plantea la posibilidad de indagar la relación urbana-rural como un todo interrelacionado. El hábitat (o la configuración territorial) no sólo condiciona las prácticas sociales, sino que fundamentalmente se ve transformada por las mismas, planteando una relación dialéctica entreel hábitat y el habitar.Por consiguiente, un estudio sobre las fronteras tiene el desafío epistemológico de romper con la visión estática, objetual y cosificadora delos territorios para incluir una perspectiva más dinámica, histórica, queincluya en su análisis las movilidades residenciales de los sujetos, lasrelaciones y las prácticas sociales, que son de poder y desiguales (segúnclase, género y etnia/raza). Por último, cabe problematizar la idea de unproceso de urbanización como una tendencia absoluta y lineal. Estos territorios rurubanos pueden entenderse como contratendencias, producto de prácticas plurilocales llevadas a cabo por migrantes empobrecidos de la ciudad. |
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