Verdad y política en las obras de Hannah Arendt y Leo Strauss: Una indagación a través de la figura de Sócrates

Autores
Amat, María Dolores
Año de publicación
2014
Idioma
español castellano
Tipo de recurso
tesis doctoral
Estado
versión publicada
Colaborador/a o director/a de tesis
Hilb, Claudia Beatriz
Tassin, Etienne
Descripción
La cuestión de la relación entre verdad y política es central en los debates de teoría política contemporánea. Puestas en duda todas las fuentes de autoridad y certeza, ciertos interrogantes se vuelven inevitables: ¿Cómo abordar la convivencia humana si no se cuenta ya con criterios indudables para separar el bien del mal? ¿Cómo juzgar los diferentes regímenes o acciones políticas en un mundo secularizado y sin referentes estables? En este contexto, vuelve a surgir la pregunta por la posibilidad de la filosofía o el pensamiento político: ¿Puede la teoría asistir a la comunidad con conceptos? ¿Pueden el pensamiento o la vida del espíritu brindar parámetros confiables para la vida práctica de las personas? ¿Existe la posibilidad de que la búsqueda del conocimiento o los intentos de comprensión se coordinen armónicamente con los esfuerzos políticos? Hannah Arendt y Leo Strauss se encuentran con estas preguntas. Escriben en medio de lo que ambos califican como una crisis política, moral e intelectual, y buscan desentrañar las causas y las consecuencias de la pérdida de las certezas y las autoridades tradicionales. Ambos se interrogan sobre las relaciones entre verdad y política, pero abordan el problema desde diferentes perspectivas. De acuerdo con Strauss, la modernidad cree haber llegado a una certeza definitiva sobre estos problemas: según una perspectiva generalizada en nuestro tiempo, la filosofía política es imposible porque el conocimiento firme no es accesible a los seres humanos y porque el conocimiento parcial o defectuoso que sí está a disposición es incapaz de brindar fundamentos sólidos para los valores con los que las personas orientan sus vidas. Esta convicción genera el desconcierto de la mayoría, que no cree posible distinguir lo justo de lo injusto o lo bueno de lo malo, y revela que la crisis de la modernidad es el resultado y la expresión de una crisis de la filosofía política. Desde el punto de vista de Arendt, es la realidad de nuestro tiempo la que ha destruido todas las categorías heredadas de pensamiento y los criterios de juicio, y ha provocado como resultado la perplejidad y la confusión generalizadas. De acuerdo con su perspectiva, la crisis de la filosofía política es la consecuencia y no la causa de fenómenos y experiencias colectivas, que dan a ver la insuficiencia de los marcos de referencia clásicos. De esta manera, si para Strauss las vicisitudes de la filosofía están en la base de los conflictos más agudos de nuestra época, Arendt entiende que son los acontecimientos mundanos y políticos los que desencadenaron las dificultades más graves. Existe entonces entre los autores una preocupación central que es común, pero cada uno aborda la cuestión desde diferentes ángulos. Si ambos reflexionan sobre la noción de filosofía política, sobre las relaciones tradicionales y modernas entre el pensamiento y el mundo de la acción, cada uno enfrenta el problema desde un lugar distinto. Strauss se acerca principalmente desde la filosofía, y Arendt pone el acento en la política. En este sentido, aunque los autores coinciden en ciertos interrogantes y problemas, cada uno piensa desde el revés de las reflexiones del otro. Aunque Arendt y Strauss se encuentran en muchos momentos, sus recorridos de investigación parten en direcciones opuestas y los pensamientos de cada uno iluminan el espacio que el otro deja sin explorar. Las preguntas de Strauss parecen señalar las omisiones de Arendt, y los interrogantes de Arendt parecen apuntar a los silencios de Strauss. Pero ambos encuentran pronto que para abordar las insuficiencias de nuestros días es necesario recurrir al análisis de la tradición, y vuelven a encontrarse en sus investigaciones del pasado. Los dos autores buscan en la herencia de la civilización occidental claves para comprender la deriva de las ideas y los hechos contemporáneos, e identifican en el origen de ese legado una figura particularmente elocuente para enfrentar sus preguntas: se trata de la figura de Sócrates, que ambos consideran a la vez como comienzo y como destino posible, como principio y como ejemplo para nuestros días. Sin embargo, aunque Sócrates es en ambos casos una figura fundante e inspiradora, el significado de su vida es interpretado de modo radicalmente diferente. Por otra parte, aunque lo que Arendt y Strauss buscan en Sócrates es radicalmente diferente, ambos toman del gran maestro de la antigüedad algo similar: una manera de enfrentar los problemas humanos más que ciertas respuestas definidas. Tanto Arendt como Strauss esbozan, para hacer frente al desconcierto moderno, una práctica y no una teoría acabada sobre el mundo. Ambos reconocen su imposibilidad de dar cuenta certera del cosmos o de la vida humana y proponen entonces una vida acorde a esa ignorancia. Así, la figura de Sócrates señala para ambos autores un camino posible frente a los dos extremos entre los que oscila la modernidad: el dogmatismo y el nihilismo. A partir del descrédito de las certezas tradicionales y luego de las catástrofes políticas de la modernidad, nuestro tiempo se debate entre la omnipotencia y el pesimismo más obtuso. Frente a este problema, tanto Arendt como Strauss apuntan a la figura de Sócrates y buscan retomar su legado, que invita a transitar un camino intermedio entre los dos extremos. Así, esta tesis busca mostrar que las obras de Arendt y Strauss no sólo se muestran relevantes en la actualidad debido a que abordan algunos de los problemas contemporáneos más urgentes, sino también porque ofrecen algunas alternativas poderosas para las trampas de nuestro tiempo.
The relation between truth and politics is a fundamental issue in contemporary political theory. In a time when all sources of authority and certainty are shaken, certain questions become inevitable: How to think human coexistence if there is no indisputable criteria to separate good from evil? How to judge political actions or political regimes in a secular world? In this context, the possibility of political philosophy or political thought appears as a problem. Can theory assist communities with concepts? Can the life of the mind provide reliable parameters for practical life? Can the pursuit of knowledge or understanding cooperate harmoniously with political efforts? The works of Hannah Arendt and Leo Strauss deal with these questions. The authors write in the midst of what both describe as a political, moral and intellectual crisis, and they try to uncover the causes and consequences of the loss of certainties and traditional authorities. They are both concerned with the problem of the relation between truth and politics, but they approach the subject from very different points of view. According to Strauss, modern men believe they have reached a final certainty about these issues: a widespread view of our time claims that political philosophy is impossible, since firm knowledge is not accessible to human beings and because the deficient knowledge that actually is available is incapable of providing solid foundations for values with which people guide their lives. This belief means perplexity for most people, who do not trust in their capacity to distinguish between fairness and injustice, good and bad. For Strauss this reveals that the crisis of Modernity is the result of a crisis of political philosophy. From Arendt's point of view, in contrast, the inherited categories of thought and judgment have been destroyed by the particularities of the reality of our time, which brought as a result generalized confusion and perplexity. For her, the crisis of political philosophy is the consequence (and not the cause) of the collective experiences and phenomena which reveal the inadequacy of the classical frameworks. Thus, while Strauss interprets that the most critical conflicts of our time stem from the vicissitudes of philosophy, Arendt believes that the worldly and political events have triggered our most serious difficulties. Therefore, the authors share their central concern, but each approaches the subject from different angles. Even though both reflect on the notion of political philosophy and the relation between the world of action and the world of thought, they tackle the problem from different places: Strauss engages the issue from philosophy while Arendt does it from the point of view of politics. In this sense, although the authors find the same questions and problems, their roads of research part in opposite directions. In this manner, the ideas of one shed light on the region left unexplored by the other. Strauss questions seem to point out Arendt's omissions, and her inquiries seem to reveal Strauss' silences. But both agree that to understand the problems of our time one needs to recourse to tradition and so they meet again in their studies of the past. Both authors search in the heritage of Western civilization for keys to understand the drift of contemporary ideas and events, and they find in Socrates some eloquent answers. Socrates appears both as an original source and as a possible destination, as a beginning and as an example for our days. However, the meaning of Socrates life is interpreted from widely divergent perspectives. On the other hand, both get similar teachings from the great master of antiquity: a way of facing problems rather than a series of well definite answers. Arendt and Strauss outline a certain practice to face modern confusion, not a complete theory about the world. Both recognize their inability to give an accurate account of the cosmos and so they propose instead a way of living in accordance with that ignorance. In this way, the figure of Socrates points out a possible path in between the two extreme tendencies of Modernity: dogmatism and nihilism. After the political catastrophes of modernity and the discredit of traditional certainties, our time is torn between omnipotence and the dullest pessimism. Faced with this problem, both Arendt and Strauss point to the figure of Socrates and try to continue his legacy, which proposes an intermediate road between both extremes. Thus, this thesis shows that the works of Arendt and Strauss are relevant for our days not only because they address some of the most important contemporary problems, but also because they offer empowering alternatives for the snare of present times.
Fil: Amat, María Dolores. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; Argentina. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales; Argentina. Université Paris Diderot - Paris 7; Francia
Materia
Política
Sócrates
Hannah Arendt
Leo Strauss
Nivel de accesibilidad
acceso abierto
Condiciones de uso
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/2.5/ar/
Repositorio
CONICET Digital (CONICET)
Institución
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
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En este contexto, vuelve a surgir la pregunta por la posibilidad de la filosofía o el pensamiento político: ¿Puede la teoría asistir a la comunidad con conceptos? ¿Pueden el pensamiento o la vida del espíritu brindar parámetros confiables para la vida práctica de las personas? ¿Existe la posibilidad de que la búsqueda del conocimiento o los intentos de comprensión se coordinen armónicamente con los esfuerzos políticos? Hannah Arendt y Leo Strauss se encuentran con estas preguntas. Escriben en medio de lo que ambos califican como una crisis política, moral e intelectual, y buscan desentrañar las causas y las consecuencias de la pérdida de las certezas y las autoridades tradicionales. Ambos se interrogan sobre las relaciones entre verdad y política, pero abordan el problema desde diferentes perspectivas. De acuerdo con Strauss, la modernidad cree haber llegado a una certeza definitiva sobre estos problemas: según una perspectiva generalizada en nuestro tiempo, la filosofía política es imposible porque el conocimiento firme no es accesible a los seres humanos y porque el conocimiento parcial o defectuoso que sí está a disposición es incapaz de brindar fundamentos sólidos para los valores con los que las personas orientan sus vidas. Esta convicción genera el desconcierto de la mayoría, que no cree posible distinguir lo justo de lo injusto o lo bueno de lo malo, y revela que la crisis de la modernidad es el resultado y la expresión de una crisis de la filosofía política. Desde el punto de vista de Arendt, es la realidad de nuestro tiempo la que ha destruido todas las categorías heredadas de pensamiento y los criterios de juicio, y ha provocado como resultado la perplejidad y la confusión generalizadas. De acuerdo con su perspectiva, la crisis de la filosofía política es la consecuencia y no la causa de fenómenos y experiencias colectivas, que dan a ver la insuficiencia de los marcos de referencia clásicos. De esta manera, si para Strauss las vicisitudes de la filosofía están en la base de los conflictos más agudos de nuestra época, Arendt entiende que son los acontecimientos mundanos y políticos los que desencadenaron las dificultades más graves. Existe entonces entre los autores una preocupación central que es común, pero cada uno aborda la cuestión desde diferentes ángulos. Si ambos reflexionan sobre la noción de filosofía política, sobre las relaciones tradicionales y modernas entre el pensamiento y el mundo de la acción, cada uno enfrenta el problema desde un lugar distinto. Strauss se acerca principalmente desde la filosofía, y Arendt pone el acento en la política. En este sentido, aunque los autores coinciden en ciertos interrogantes y problemas, cada uno piensa desde el revés de las reflexiones del otro. Aunque Arendt y Strauss se encuentran en muchos momentos, sus recorridos de investigación parten en direcciones opuestas y los pensamientos de cada uno iluminan el espacio que el otro deja sin explorar. Las preguntas de Strauss parecen señalar las omisiones de Arendt, y los interrogantes de Arendt parecen apuntar a los silencios de Strauss. Pero ambos encuentran pronto que para abordar las insuficiencias de nuestros días es necesario recurrir al análisis de la tradición, y vuelven a encontrarse en sus investigaciones del pasado. Los dos autores buscan en la herencia de la civilización occidental claves para comprender la deriva de las ideas y los hechos contemporáneos, e identifican en el origen de ese legado una figura particularmente elocuente para enfrentar sus preguntas: se trata de la figura de Sócrates, que ambos consideran a la vez como comienzo y como destino posible, como principio y como ejemplo para nuestros días. Sin embargo, aunque Sócrates es en ambos casos una figura fundante e inspiradora, el significado de su vida es interpretado de modo radicalmente diferente. Por otra parte, aunque lo que Arendt y Strauss buscan en Sócrates es radicalmente diferente, ambos toman del gran maestro de la antigüedad algo similar: una manera de enfrentar los problemas humanos más que ciertas respuestas definidas. Tanto Arendt como Strauss esbozan, para hacer frente al desconcierto moderno, una práctica y no una teoría acabada sobre el mundo. Ambos reconocen su imposibilidad de dar cuenta certera del cosmos o de la vida humana y proponen entonces una vida acorde a esa ignorancia. Así, la figura de Sócrates señala para ambos autores un camino posible frente a los dos extremos entre los que oscila la modernidad: el dogmatismo y el nihilismo. A partir del descrédito de las certezas tradicionales y luego de las catástrofes políticas de la modernidad, nuestro tiempo se debate entre la omnipotencia y el pesimismo más obtuso. Frente a este problema, tanto Arendt como Strauss apuntan a la figura de Sócrates y buscan retomar su legado, que invita a transitar un camino intermedio entre los dos extremos. Así, esta tesis busca mostrar que las obras de Arendt y Strauss no sólo se muestran relevantes en la actualidad debido a que abordan algunos de los problemas contemporáneos más urgentes, sino también porque ofrecen algunas alternativas poderosas para las trampas de nuestro tiempo.The relation between truth and politics is a fundamental issue in contemporary political theory. In a time when all sources of authority and certainty are shaken, certain questions become inevitable: How to think human coexistence if there is no indisputable criteria to separate good from evil? How to judge political actions or political regimes in a secular world? In this context, the possibility of political philosophy or political thought appears as a problem. Can theory assist communities with concepts? Can the life of the mind provide reliable parameters for practical life? Can the pursuit of knowledge or understanding cooperate harmoniously with political efforts? The works of Hannah Arendt and Leo Strauss deal with these questions. The authors write in the midst of what both describe as a political, moral and intellectual crisis, and they try to uncover the causes and consequences of the loss of certainties and traditional authorities. They are both concerned with the problem of the relation between truth and politics, but they approach the subject from very different points of view. According to Strauss, modern men believe they have reached a final certainty about these issues: a widespread view of our time claims that political philosophy is impossible, since firm knowledge is not accessible to human beings and because the deficient knowledge that actually is available is incapable of providing solid foundations for values with which people guide their lives. This belief means perplexity for most people, who do not trust in their capacity to distinguish between fairness and injustice, good and bad. For Strauss this reveals that the crisis of Modernity is the result of a crisis of political philosophy. From Arendt's point of view, in contrast, the inherited categories of thought and judgment have been destroyed by the particularities of the reality of our time, which brought as a result generalized confusion and perplexity. For her, the crisis of political philosophy is the consequence (and not the cause) of the collective experiences and phenomena which reveal the inadequacy of the classical frameworks. Thus, while Strauss interprets that the most critical conflicts of our time stem from the vicissitudes of philosophy, Arendt believes that the worldly and political events have triggered our most serious difficulties. Therefore, the authors share their central concern, but each approaches the subject from different angles. Even though both reflect on the notion of political philosophy and the relation between the world of action and the world of thought, they tackle the problem from different places: Strauss engages the issue from philosophy while Arendt does it from the point of view of politics. In this sense, although the authors find the same questions and problems, their roads of research part in opposite directions. In this manner, the ideas of one shed light on the region left unexplored by the other. Strauss questions seem to point out Arendt's omissions, and her inquiries seem to reveal Strauss' silences. But both agree that to understand the problems of our time one needs to recourse to tradition and so they meet again in their studies of the past. Both authors search in the heritage of Western civilization for keys to understand the drift of contemporary ideas and events, and they find in Socrates some eloquent answers. Socrates appears both as an original source and as a possible destination, as a beginning and as an example for our days. However, the meaning of Socrates life is interpreted from widely divergent perspectives. On the other hand, both get similar teachings from the great master of antiquity: a way of facing problems rather than a series of well definite answers. Arendt and Strauss outline a certain practice to face modern confusion, not a complete theory about the world. Both recognize their inability to give an accurate account of the cosmos and so they propose instead a way of living in accordance with that ignorance. In this way, the figure of Socrates points out a possible path in between the two extreme tendencies of Modernity: dogmatism and nihilism. After the political catastrophes of modernity and the discredit of traditional certainties, our time is torn between omnipotence and the dullest pessimism. Faced with this problem, both Arendt and Strauss point to the figure of Socrates and try to continue his legacy, which proposes an intermediate road between both extremes. Thus, this thesis shows that the works of Arendt and Strauss are relevant for our days not only because they address some of the most important contemporary problems, but also because they offer empowering alternatives for the snare of present times.Fil: Amat, María Dolores. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; Argentina. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales; Argentina. 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Escriben en medio de lo que ambos califican como una crisis política, moral e intelectual, y buscan desentrañar las causas y las consecuencias de la pérdida de las certezas y las autoridades tradicionales. Ambos se interrogan sobre las relaciones entre verdad y política, pero abordan el problema desde diferentes perspectivas. De acuerdo con Strauss, la modernidad cree haber llegado a una certeza definitiva sobre estos problemas: según una perspectiva generalizada en nuestro tiempo, la filosofía política es imposible porque el conocimiento firme no es accesible a los seres humanos y porque el conocimiento parcial o defectuoso que sí está a disposición es incapaz de brindar fundamentos sólidos para los valores con los que las personas orientan sus vidas. Esta convicción genera el desconcierto de la mayoría, que no cree posible distinguir lo justo de lo injusto o lo bueno de lo malo, y revela que la crisis de la modernidad es el resultado y la expresión de una crisis de la filosofía política. Desde el punto de vista de Arendt, es la realidad de nuestro tiempo la que ha destruido todas las categorías heredadas de pensamiento y los criterios de juicio, y ha provocado como resultado la perplejidad y la confusión generalizadas. De acuerdo con su perspectiva, la crisis de la filosofía política es la consecuencia y no la causa de fenómenos y experiencias colectivas, que dan a ver la insuficiencia de los marcos de referencia clásicos. De esta manera, si para Strauss las vicisitudes de la filosofía están en la base de los conflictos más agudos de nuestra época, Arendt entiende que son los acontecimientos mundanos y políticos los que desencadenaron las dificultades más graves. Existe entonces entre los autores una preocupación central que es común, pero cada uno aborda la cuestión desde diferentes ángulos. Si ambos reflexionan sobre la noción de filosofía política, sobre las relaciones tradicionales y modernas entre el pensamiento y el mundo de la acción, cada uno enfrenta el problema desde un lugar distinto. Strauss se acerca principalmente desde la filosofía, y Arendt pone el acento en la política. En este sentido, aunque los autores coinciden en ciertos interrogantes y problemas, cada uno piensa desde el revés de las reflexiones del otro. Aunque Arendt y Strauss se encuentran en muchos momentos, sus recorridos de investigación parten en direcciones opuestas y los pensamientos de cada uno iluminan el espacio que el otro deja sin explorar. Las preguntas de Strauss parecen señalar las omisiones de Arendt, y los interrogantes de Arendt parecen apuntar a los silencios de Strauss. Pero ambos encuentran pronto que para abordar las insuficiencias de nuestros días es necesario recurrir al análisis de la tradición, y vuelven a encontrarse en sus investigaciones del pasado. Los dos autores buscan en la herencia de la civilización occidental claves para comprender la deriva de las ideas y los hechos contemporáneos, e identifican en el origen de ese legado una figura particularmente elocuente para enfrentar sus preguntas: se trata de la figura de Sócrates, que ambos consideran a la vez como comienzo y como destino posible, como principio y como ejemplo para nuestros días. Sin embargo, aunque Sócrates es en ambos casos una figura fundante e inspiradora, el significado de su vida es interpretado de modo radicalmente diferente. Por otra parte, aunque lo que Arendt y Strauss buscan en Sócrates es radicalmente diferente, ambos toman del gran maestro de la antigüedad algo similar: una manera de enfrentar los problemas humanos más que ciertas respuestas definidas. Tanto Arendt como Strauss esbozan, para hacer frente al desconcierto moderno, una práctica y no una teoría acabada sobre el mundo. Ambos reconocen su imposibilidad de dar cuenta certera del cosmos o de la vida humana y proponen entonces una vida acorde a esa ignorancia. Así, la figura de Sócrates señala para ambos autores un camino posible frente a los dos extremos entre los que oscila la modernidad: el dogmatismo y el nihilismo. A partir del descrédito de las certezas tradicionales y luego de las catástrofes políticas de la modernidad, nuestro tiempo se debate entre la omnipotencia y el pesimismo más obtuso. Frente a este problema, tanto Arendt como Strauss apuntan a la figura de Sócrates y buscan retomar su legado, que invita a transitar un camino intermedio entre los dos extremos. Así, esta tesis busca mostrar que las obras de Arendt y Strauss no sólo se muestran relevantes en la actualidad debido a que abordan algunos de los problemas contemporáneos más urgentes, sino también porque ofrecen algunas alternativas poderosas para las trampas de nuestro tiempo.
The relation between truth and politics is a fundamental issue in contemporary political theory. In a time when all sources of authority and certainty are shaken, certain questions become inevitable: How to think human coexistence if there is no indisputable criteria to separate good from evil? How to judge political actions or political regimes in a secular world? In this context, the possibility of political philosophy or political thought appears as a problem. Can theory assist communities with concepts? Can the life of the mind provide reliable parameters for practical life? Can the pursuit of knowledge or understanding cooperate harmoniously with political efforts? The works of Hannah Arendt and Leo Strauss deal with these questions. The authors write in the midst of what both describe as a political, moral and intellectual crisis, and they try to uncover the causes and consequences of the loss of certainties and traditional authorities. They are both concerned with the problem of the relation between truth and politics, but they approach the subject from very different points of view. According to Strauss, modern men believe they have reached a final certainty about these issues: a widespread view of our time claims that political philosophy is impossible, since firm knowledge is not accessible to human beings and because the deficient knowledge that actually is available is incapable of providing solid foundations for values with which people guide their lives. This belief means perplexity for most people, who do not trust in their capacity to distinguish between fairness and injustice, good and bad. For Strauss this reveals that the crisis of Modernity is the result of a crisis of political philosophy. From Arendt's point of view, in contrast, the inherited categories of thought and judgment have been destroyed by the particularities of the reality of our time, which brought as a result generalized confusion and perplexity. For her, the crisis of political philosophy is the consequence (and not the cause) of the collective experiences and phenomena which reveal the inadequacy of the classical frameworks. Thus, while Strauss interprets that the most critical conflicts of our time stem from the vicissitudes of philosophy, Arendt believes that the worldly and political events have triggered our most serious difficulties. Therefore, the authors share their central concern, but each approaches the subject from different angles. Even though both reflect on the notion of political philosophy and the relation between the world of action and the world of thought, they tackle the problem from different places: Strauss engages the issue from philosophy while Arendt does it from the point of view of politics. In this sense, although the authors find the same questions and problems, their roads of research part in opposite directions. In this manner, the ideas of one shed light on the region left unexplored by the other. Strauss questions seem to point out Arendt's omissions, and her inquiries seem to reveal Strauss' silences. But both agree that to understand the problems of our time one needs to recourse to tradition and so they meet again in their studies of the past. Both authors search in the heritage of Western civilization for keys to understand the drift of contemporary ideas and events, and they find in Socrates some eloquent answers. Socrates appears both as an original source and as a possible destination, as a beginning and as an example for our days. However, the meaning of Socrates life is interpreted from widely divergent perspectives. On the other hand, both get similar teachings from the great master of antiquity: a way of facing problems rather than a series of well definite answers. Arendt and Strauss outline a certain practice to face modern confusion, not a complete theory about the world. Both recognize their inability to give an accurate account of the cosmos and so they propose instead a way of living in accordance with that ignorance. In this way, the figure of Socrates points out a possible path in between the two extreme tendencies of Modernity: dogmatism and nihilism. After the political catastrophes of modernity and the discredit of traditional certainties, our time is torn between omnipotence and the dullest pessimism. Faced with this problem, both Arendt and Strauss point to the figure of Socrates and try to continue his legacy, which proposes an intermediate road between both extremes. Thus, this thesis shows that the works of Arendt and Strauss are relevant for our days not only because they address some of the most important contemporary problems, but also because they offer empowering alternatives for the snare of present times.
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description La cuestión de la relación entre verdad y política es central en los debates de teoría política contemporánea. Puestas en duda todas las fuentes de autoridad y certeza, ciertos interrogantes se vuelven inevitables: ¿Cómo abordar la convivencia humana si no se cuenta ya con criterios indudables para separar el bien del mal? ¿Cómo juzgar los diferentes regímenes o acciones políticas en un mundo secularizado y sin referentes estables? En este contexto, vuelve a surgir la pregunta por la posibilidad de la filosofía o el pensamiento político: ¿Puede la teoría asistir a la comunidad con conceptos? ¿Pueden el pensamiento o la vida del espíritu brindar parámetros confiables para la vida práctica de las personas? ¿Existe la posibilidad de que la búsqueda del conocimiento o los intentos de comprensión se coordinen armónicamente con los esfuerzos políticos? Hannah Arendt y Leo Strauss se encuentran con estas preguntas. Escriben en medio de lo que ambos califican como una crisis política, moral e intelectual, y buscan desentrañar las causas y las consecuencias de la pérdida de las certezas y las autoridades tradicionales. Ambos se interrogan sobre las relaciones entre verdad y política, pero abordan el problema desde diferentes perspectivas. De acuerdo con Strauss, la modernidad cree haber llegado a una certeza definitiva sobre estos problemas: según una perspectiva generalizada en nuestro tiempo, la filosofía política es imposible porque el conocimiento firme no es accesible a los seres humanos y porque el conocimiento parcial o defectuoso que sí está a disposición es incapaz de brindar fundamentos sólidos para los valores con los que las personas orientan sus vidas. Esta convicción genera el desconcierto de la mayoría, que no cree posible distinguir lo justo de lo injusto o lo bueno de lo malo, y revela que la crisis de la modernidad es el resultado y la expresión de una crisis de la filosofía política. Desde el punto de vista de Arendt, es la realidad de nuestro tiempo la que ha destruido todas las categorías heredadas de pensamiento y los criterios de juicio, y ha provocado como resultado la perplejidad y la confusión generalizadas. De acuerdo con su perspectiva, la crisis de la filosofía política es la consecuencia y no la causa de fenómenos y experiencias colectivas, que dan a ver la insuficiencia de los marcos de referencia clásicos. De esta manera, si para Strauss las vicisitudes de la filosofía están en la base de los conflictos más agudos de nuestra época, Arendt entiende que son los acontecimientos mundanos y políticos los que desencadenaron las dificultades más graves. Existe entonces entre los autores una preocupación central que es común, pero cada uno aborda la cuestión desde diferentes ángulos. Si ambos reflexionan sobre la noción de filosofía política, sobre las relaciones tradicionales y modernas entre el pensamiento y el mundo de la acción, cada uno enfrenta el problema desde un lugar distinto. Strauss se acerca principalmente desde la filosofía, y Arendt pone el acento en la política. En este sentido, aunque los autores coinciden en ciertos interrogantes y problemas, cada uno piensa desde el revés de las reflexiones del otro. Aunque Arendt y Strauss se encuentran en muchos momentos, sus recorridos de investigación parten en direcciones opuestas y los pensamientos de cada uno iluminan el espacio que el otro deja sin explorar. Las preguntas de Strauss parecen señalar las omisiones de Arendt, y los interrogantes de Arendt parecen apuntar a los silencios de Strauss. Pero ambos encuentran pronto que para abordar las insuficiencias de nuestros días es necesario recurrir al análisis de la tradición, y vuelven a encontrarse en sus investigaciones del pasado. Los dos autores buscan en la herencia de la civilización occidental claves para comprender la deriva de las ideas y los hechos contemporáneos, e identifican en el origen de ese legado una figura particularmente elocuente para enfrentar sus preguntas: se trata de la figura de Sócrates, que ambos consideran a la vez como comienzo y como destino posible, como principio y como ejemplo para nuestros días. Sin embargo, aunque Sócrates es en ambos casos una figura fundante e inspiradora, el significado de su vida es interpretado de modo radicalmente diferente. Por otra parte, aunque lo que Arendt y Strauss buscan en Sócrates es radicalmente diferente, ambos toman del gran maestro de la antigüedad algo similar: una manera de enfrentar los problemas humanos más que ciertas respuestas definidas. Tanto Arendt como Strauss esbozan, para hacer frente al desconcierto moderno, una práctica y no una teoría acabada sobre el mundo. Ambos reconocen su imposibilidad de dar cuenta certera del cosmos o de la vida humana y proponen entonces una vida acorde a esa ignorancia. Así, la figura de Sócrates señala para ambos autores un camino posible frente a los dos extremos entre los que oscila la modernidad: el dogmatismo y el nihilismo. A partir del descrédito de las certezas tradicionales y luego de las catástrofes políticas de la modernidad, nuestro tiempo se debate entre la omnipotencia y el pesimismo más obtuso. Frente a este problema, tanto Arendt como Strauss apuntan a la figura de Sócrates y buscan retomar su legado, que invita a transitar un camino intermedio entre los dos extremos. Así, esta tesis busca mostrar que las obras de Arendt y Strauss no sólo se muestran relevantes en la actualidad debido a que abordan algunos de los problemas contemporáneos más urgentes, sino también porque ofrecen algunas alternativas poderosas para las trampas de nuestro tiempo.
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Amat, María Dolores; Hilb, Claudia Beatriz; Tassin, Etienne; Verdad y política en las obras de Hannah Arendt y Leo Strauss: Una indagación a través de la figura de Sócrates; 15-12-2014
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