Representación semántica del implante dentario, Ansiedad y Percepción Psicológica del dolor postoperatorio en pacientes sometidos a cirugía de implante oral

Autores
Lamas, Verónica Gabriela
Año de publicación
2014
Idioma
español castellano
Tipo de recurso
tesis de grado
Estado
versión publicada
Colaborador/a o director/a de tesis
Vivas, Jorge
Descripción
A través del tiempo y según las distintas culturas, el dolor ha sido definido de múltiples formas. En nuestra sociedad actual, el dolor es definido de forma multidimensional, es decir, no solo se considera al proceso biológico como modulador de la intensidad del estímulo doloroso, sino que también los factores psicológicos, en especial los que se refieren a la personalidad del sujeto que experimenta el dolor, factores históricos, ambientales y circunstanciales, emocional y motivacional (Puebla Díaz, 2005; Vilas et al., 2003). Así, a través del proceso de socialización el sujeto aprende y codifica semánticamente desde la infancia que es lo que se entiende por dolor según su entorno, haciendo que la percepción del estímulo doloroso sea única y singular para cada sujeto en función de sus propias experiencias pasadas y de su memoria (Mathew y Mathew, 2003). En virtud de esto, los resultados globales de este estudio muestran una diferente incidencia de la ansiedad según los niveles obtenidos en la escala STAI, sobre la generación de esquemas semánticos negativas, y en la percepción final del dolor postoperatorio. En particular, se ha podido observar, como dato significativo del análisis descriptivo, que los sujetos con niveles de ansiedad Rasgo superiores al percentil 75 en la escala de STAI, sufren mayor nivel de dolor postoperatorio real, a diferencia del resto de los participantes. Probablemente, este resultado se pueda interpretar a partir de considerar la hipótesis de Ríes et al., quienes sostienen que los sujetos que tienen la ansiedad como rasgo de personalidad estable, suelen ser más sensibles a la percepción de estímulos amenazantes, elevando aún más el nivel de percepción del estímulo doloroso (Ríes et al., 2010). A su vez, se debe considerar que en este grupo la situación estímulo era desconocida; es decir, ninguno de los participantes tenía experiencia previa como para saber qué esperar de la intervención. La incertidumbre podría funcionar como agravante del estado de hipervigilancia y sobrevaloración de la situación, disminuyendo el umbral del dolor. Otro de los datos interesantes que recoge este estudio es que existe una fuerte correspondencia entre el nivel de ansiedad de los sujetos antes del procedimiento y la creación de redes semánticas formada con conceptos o emociones “negativas”. Los resultados mostraron que los sujetos con mayor nivel de ansiedad elaboraban con mayor frecuencia esquemas como “dolor”, “miedo” o “ansiedad” y en menor medida esquemas de “bienestar” y “estética”; a medida que los valores de ansiedad disminuyen la frecuencia se invierte, apareciendo como principales esquemas como “bienestar”, “estética”, “relaciones sociales”, “confianza en el profesional”, “salud” e “imagen de si” (ver Cuadro 1); y el esquema “miedo” deja de estar asociado con tanta fuerza semántica al esquema “dolor”. Si bien no hay estudios que relacionen estas dos variables, se puede explicar esta relación a partir de considerar los aportes de Cano-Vindel (2004) quien afirma que aquellos sujetos que mantienen altos niveles de ansiedad, durante tiempos prolongados, presentan serias perturbaciones psicológicas tales como innecesaria evitación de situaciones, reacciones intensas de activación y temor ante situaciones que no requieren de tal dimensión, y la propuesta de Martínez y Soriano (2006) quienes suponen que, una experiencia dolorosa no es únicamente conformada por experiencias físicas, sino que consiste en una amplia colección de eventos relacionados verbalmente, que permite definir a un tipo específico de dolor por diferentes concepciones semánticas que se asocian entre sí en forma de redes específicas aprendidas para definir ese dolor. A partir de estas nociones se puede suponer que los sujetos que presentan niveles considerables de ansiedad, suelen sobredimensionar los estímulos considerados amenazantes, generando como respuesta, entre otras, una serie de emociones negativas como el temor, miedo, estrés, etc., que se codifican en la memoria semántica en forma de redes asociadas que definen tal evento, pero que pueden extrapolarse a situaciones similares. Entonces cuando el sujeto se enfrenta a una situación quirúrgica como la propuesta en este estudio, y se le pide que elicite asociaciones verbales, éste evocará los conceptos almacenados según el repertorio de experiencias previas, iguales o similares. A medida que esta condición se revierte, la experiencia deja de percibirse como amenaza y las redes que se establecen alrededor de determinado evento, se vuelven más positivas. Además es interesante mencionar que tanto la cantidad de esquemas elicitados como la cantidad de conceptos asociados a los mismos en los sujetos que presentaron niveles de ansiedad altos fue menor que en el caso de los sujetos que presentaron valores de ansiedad por debajo del percentil 50 en la escala de STAI. En el caso de los esquemas positivos, se presenta además una diferencia cualitativa, es decir, en los sujetos con altos niveles de ansiedad los esquemas positivos presentaban conceptos asociados que estaban centrados en el sujeto, mientras que en los sujetos con ansiedad baja los conceptos asociados incluían aspectos más sociales como como familia, trabajo, pareja o comunicación. Esto podría deberse a que, de acuerdo a Fernández y Palmero, las emociones como la ansiedad presentan características defensivas, centrando al sujeto en sí mismo, restringiendo momentáneamente la capacidad de racionalidad y reduciendo la posibilidad del desarrollo de actividades que pongan en juego la evocación de la memoria a largo plazo; a diferencia de las emociones positivas que, al no estar vinculadas a situaciones de riesgo, permiten el desarrollo del pensamiento racional, permitiéndole al sujeto considerar otros aspectos de su vida que no tienen que ver con la huida defensiva, como lo son las relaciones sociales (Fernández y Palmero, 1999). Finalmente, se debe tomar en consideración que no se pudo hallar relación entre la elaboración de esquemas semánticos negativos y la percepción final del dolor postoperatorio. Si bien los sujetos con ansiedad de tipo medio elaboran gran cantidad de redes negativas estas no tienen la capacidad de influir en la modulación del estímulo doloroso. Se puede concluir que la percepción del dolor resulta ser una tarea compleja, influida por un cúmulo significativo de variables intervinientes. En esta investigación se pudo determinar que existe una fuerte correlación entre la ansiedad Rasgo y la percepción final del dolor postoperatorio. Además se pudo establecer que el nivel de ansiedad influye tanto en la cantidad de esquemas y asociaciones semánticas como en las cualidades de las mismas. En cuanto a la definición de los esquemas elicitados, es menester tener en cuenta, que si bien se pueden considerar ciertos conceptos como nucleares, a excepción del esquema “ansiedad”, la cual debido a que es una emoción ligada al pensamiento, presentó definiciones diferentes en todos los participantes; la cantidad de sujetos evaluados y el tipo de software utilizado no son apropiados para la elaboración de definiciones colectivas, lo cual queda como propuesta para futuras investigaciones
Fil: Lamas, Verónica Gabriela. Facultad de Psicología. Universidad Nacional de Mar del Plata. Argentina
Materia
representación semántica
implante dentario
ansiedad
percepción psicológica
dolor
dolor postoperatorio
cirugía de implante oral
Nivel de accesibilidad
acceso abierto
Condiciones de uso
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/ar/
Repositorio
RPsico (UNMdP-FP)
Institución
Universidad Nacional de Mar del Plata. Facultad de Psicología
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Así, a través del proceso de socialización el sujeto aprende y codifica semánticamente desde la infancia que es lo que se entiende por dolor según su entorno, haciendo que la percepción del estímulo doloroso sea única y singular para cada sujeto en función de sus propias experiencias pasadas y de su memoria (Mathew y Mathew, 2003). En virtud de esto, los resultados globales de este estudio muestran una diferente incidencia de la ansiedad según los niveles obtenidos en la escala STAI, sobre la generación de esquemas semánticos negativas, y en la percepción final del dolor postoperatorio. En particular, se ha podido observar, como dato significativo del análisis descriptivo, que los sujetos con niveles de ansiedad Rasgo superiores al percentil 75 en la escala de STAI, sufren mayor nivel de dolor postoperatorio real, a diferencia del resto de los participantes. Probablemente, este resultado se pueda interpretar a partir de considerar la hipótesis de Ríes et al., quienes sostienen que los sujetos que tienen la ansiedad como rasgo de personalidad estable, suelen ser más sensibles a la percepción de estímulos amenazantes, elevando aún más el nivel de percepción del estímulo doloroso (Ríes et al., 2010). A su vez, se debe considerar que en este grupo la situación estímulo era desconocida; es decir, ninguno de los participantes tenía experiencia previa como para saber qué esperar de la intervención. La incertidumbre podría funcionar como agravante del estado de hipervigilancia y sobrevaloración de la situación, disminuyendo el umbral del dolor. Otro de los datos interesantes que recoge este estudio es que existe una fuerte correspondencia entre el nivel de ansiedad de los sujetos antes del procedimiento y la creación de redes semánticas formada con conceptos o emociones “negativas”. Los resultados mostraron que los sujetos con mayor nivel de ansiedad elaboraban con mayor frecuencia esquemas como “dolor”, “miedo” o “ansiedad” y en menor medida esquemas de “bienestar” y “estética”; a medida que los valores de ansiedad disminuyen la frecuencia se invierte, apareciendo como principales esquemas como “bienestar”, “estética”, “relaciones sociales”, “confianza en el profesional”, “salud” e “imagen de si” (ver Cuadro 1); y el esquema “miedo” deja de estar asociado con tanta fuerza semántica al esquema “dolor”. Si bien no hay estudios que relacionen estas dos variables, se puede explicar esta relación a partir de considerar los aportes de Cano-Vindel (2004) quien afirma que aquellos sujetos que mantienen altos niveles de ansiedad, durante tiempos prolongados, presentan serias perturbaciones psicológicas tales como innecesaria evitación de situaciones, reacciones intensas de activación y temor ante situaciones que no requieren de tal dimensión, y la propuesta de Martínez y Soriano (2006) quienes suponen que, una experiencia dolorosa no es únicamente conformada por experiencias físicas, sino que consiste en una amplia colección de eventos relacionados verbalmente, que permite definir a un tipo específico de dolor por diferentes concepciones semánticas que se asocian entre sí en forma de redes específicas aprendidas para definir ese dolor. A partir de estas nociones se puede suponer que los sujetos que presentan niveles considerables de ansiedad, suelen sobredimensionar los estímulos considerados amenazantes, generando como respuesta, entre otras, una serie de emociones negativas como el temor, miedo, estrés, etc., que se codifican en la memoria semántica en forma de redes asociadas que definen tal evento, pero que pueden extrapolarse a situaciones similares. Entonces cuando el sujeto se enfrenta a una situación quirúrgica como la propuesta en este estudio, y se le pide que elicite asociaciones verbales, éste evocará los conceptos almacenados según el repertorio de experiencias previas, iguales o similares. A medida que esta condición se revierte, la experiencia deja de percibirse como amenaza y las redes que se establecen alrededor de determinado evento, se vuelven más positivas. 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Esto podría deberse a que, de acuerdo a Fernández y Palmero, las emociones como la ansiedad presentan características defensivas, centrando al sujeto en sí mismo, restringiendo momentáneamente la capacidad de racionalidad y reduciendo la posibilidad del desarrollo de actividades que pongan en juego la evocación de la memoria a largo plazo; a diferencia de las emociones positivas que, al no estar vinculadas a situaciones de riesgo, permiten el desarrollo del pensamiento racional, permitiéndole al sujeto considerar otros aspectos de su vida que no tienen que ver con la huida defensiva, como lo son las relaciones sociales (Fernández y Palmero, 1999). Finalmente, se debe tomar en consideración que no se pudo hallar relación entre la elaboración de esquemas semánticos negativos y la percepción final del dolor postoperatorio. Si bien los sujetos con ansiedad de tipo medio elaboran gran cantidad de redes negativas estas no tienen la capacidad de influir en la modulación del estímulo doloroso. Se puede concluir que la percepción del dolor resulta ser una tarea compleja, influida por un cúmulo significativo de variables intervinientes. En esta investigación se pudo determinar que existe una fuerte correlación entre la ansiedad Rasgo y la percepción final del dolor postoperatorio. Además se pudo establecer que el nivel de ansiedad influye tanto en la cantidad de esquemas y asociaciones semánticas como en las cualidades de las mismas. 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En virtud de esto, los resultados globales de este estudio muestran una diferente incidencia de la ansiedad según los niveles obtenidos en la escala STAI, sobre la generación de esquemas semánticos negativas, y en la percepción final del dolor postoperatorio. En particular, se ha podido observar, como dato significativo del análisis descriptivo, que los sujetos con niveles de ansiedad Rasgo superiores al percentil 75 en la escala de STAI, sufren mayor nivel de dolor postoperatorio real, a diferencia del resto de los participantes. Probablemente, este resultado se pueda interpretar a partir de considerar la hipótesis de Ríes et al., quienes sostienen que los sujetos que tienen la ansiedad como rasgo de personalidad estable, suelen ser más sensibles a la percepción de estímulos amenazantes, elevando aún más el nivel de percepción del estímulo doloroso (Ríes et al., 2010). A su vez, se debe considerar que en este grupo la situación estímulo era desconocida; es decir, ninguno de los participantes tenía experiencia previa como para saber qué esperar de la intervención. La incertidumbre podría funcionar como agravante del estado de hipervigilancia y sobrevaloración de la situación, disminuyendo el umbral del dolor. Otro de los datos interesantes que recoge este estudio es que existe una fuerte correspondencia entre el nivel de ansiedad de los sujetos antes del procedimiento y la creación de redes semánticas formada con conceptos o emociones “negativas”. Los resultados mostraron que los sujetos con mayor nivel de ansiedad elaboraban con mayor frecuencia esquemas como “dolor”, “miedo” o “ansiedad” y en menor medida esquemas de “bienestar” y “estética”; a medida que los valores de ansiedad disminuyen la frecuencia se invierte, apareciendo como principales esquemas como “bienestar”, “estética”, “relaciones sociales”, “confianza en el profesional”, “salud” e “imagen de si” (ver Cuadro 1); y el esquema “miedo” deja de estar asociado con tanta fuerza semántica al esquema “dolor”. Si bien no hay estudios que relacionen estas dos variables, se puede explicar esta relación a partir de considerar los aportes de Cano-Vindel (2004) quien afirma que aquellos sujetos que mantienen altos niveles de ansiedad, durante tiempos prolongados, presentan serias perturbaciones psicológicas tales como innecesaria evitación de situaciones, reacciones intensas de activación y temor ante situaciones que no requieren de tal dimensión, y la propuesta de Martínez y Soriano (2006) quienes suponen que, una experiencia dolorosa no es únicamente conformada por experiencias físicas, sino que consiste en una amplia colección de eventos relacionados verbalmente, que permite definir a un tipo específico de dolor por diferentes concepciones semánticas que se asocian entre sí en forma de redes específicas aprendidas para definir ese dolor. A partir de estas nociones se puede suponer que los sujetos que presentan niveles considerables de ansiedad, suelen sobredimensionar los estímulos considerados amenazantes, generando como respuesta, entre otras, una serie de emociones negativas como el temor, miedo, estrés, etc., que se codifican en la memoria semántica en forma de redes asociadas que definen tal evento, pero que pueden extrapolarse a situaciones similares. Entonces cuando el sujeto se enfrenta a una situación quirúrgica como la propuesta en este estudio, y se le pide que elicite asociaciones verbales, éste evocará los conceptos almacenados según el repertorio de experiencias previas, iguales o similares. A medida que esta condición se revierte, la experiencia deja de percibirse como amenaza y las redes que se establecen alrededor de determinado evento, se vuelven más positivas. Además es interesante mencionar que tanto la cantidad de esquemas elicitados como la cantidad de conceptos asociados a los mismos en los sujetos que presentaron niveles de ansiedad altos fue menor que en el caso de los sujetos que presentaron valores de ansiedad por debajo del percentil 50 en la escala de STAI. En el caso de los esquemas positivos, se presenta además una diferencia cualitativa, es decir, en los sujetos con altos niveles de ansiedad los esquemas positivos presentaban conceptos asociados que estaban centrados en el sujeto, mientras que en los sujetos con ansiedad baja los conceptos asociados incluían aspectos más sociales como como familia, trabajo, pareja o comunicación. Esto podría deberse a que, de acuerdo a Fernández y Palmero, las emociones como la ansiedad presentan características defensivas, centrando al sujeto en sí mismo, restringiendo momentáneamente la capacidad de racionalidad y reduciendo la posibilidad del desarrollo de actividades que pongan en juego la evocación de la memoria a largo plazo; a diferencia de las emociones positivas que, al no estar vinculadas a situaciones de riesgo, permiten el desarrollo del pensamiento racional, permitiéndole al sujeto considerar otros aspectos de su vida que no tienen que ver con la huida defensiva, como lo son las relaciones sociales (Fernández y Palmero, 1999). Finalmente, se debe tomar en consideración que no se pudo hallar relación entre la elaboración de esquemas semánticos negativos y la percepción final del dolor postoperatorio. Si bien los sujetos con ansiedad de tipo medio elaboran gran cantidad de redes negativas estas no tienen la capacidad de influir en la modulación del estímulo doloroso. Se puede concluir que la percepción del dolor resulta ser una tarea compleja, influida por un cúmulo significativo de variables intervinientes. En esta investigación se pudo determinar que existe una fuerte correlación entre la ansiedad Rasgo y la percepción final del dolor postoperatorio. Además se pudo establecer que el nivel de ansiedad influye tanto en la cantidad de esquemas y asociaciones semánticas como en las cualidades de las mismas. En cuanto a la definición de los esquemas elicitados, es menester tener en cuenta, que si bien se pueden considerar ciertos conceptos como nucleares, a excepción del esquema “ansiedad”, la cual debido a que es una emoción ligada al pensamiento, presentó definiciones diferentes en todos los participantes; la cantidad de sujetos evaluados y el tipo de software utilizado no son apropiados para la elaboración de definiciones colectivas, lo cual queda como propuesta para futuras investigaciones
Fil: Lamas, Verónica Gabriela. Facultad de Psicología. Universidad Nacional de Mar del Plata. Argentina
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En virtud de esto, los resultados globales de este estudio muestran una diferente incidencia de la ansiedad según los niveles obtenidos en la escala STAI, sobre la generación de esquemas semánticos negativas, y en la percepción final del dolor postoperatorio. En particular, se ha podido observar, como dato significativo del análisis descriptivo, que los sujetos con niveles de ansiedad Rasgo superiores al percentil 75 en la escala de STAI, sufren mayor nivel de dolor postoperatorio real, a diferencia del resto de los participantes. Probablemente, este resultado se pueda interpretar a partir de considerar la hipótesis de Ríes et al., quienes sostienen que los sujetos que tienen la ansiedad como rasgo de personalidad estable, suelen ser más sensibles a la percepción de estímulos amenazantes, elevando aún más el nivel de percepción del estímulo doloroso (Ríes et al., 2010). A su vez, se debe considerar que en este grupo la situación estímulo era desconocida; es decir, ninguno de los participantes tenía experiencia previa como para saber qué esperar de la intervención. La incertidumbre podría funcionar como agravante del estado de hipervigilancia y sobrevaloración de la situación, disminuyendo el umbral del dolor. Otro de los datos interesantes que recoge este estudio es que existe una fuerte correspondencia entre el nivel de ansiedad de los sujetos antes del procedimiento y la creación de redes semánticas formada con conceptos o emociones “negativas”. Los resultados mostraron que los sujetos con mayor nivel de ansiedad elaboraban con mayor frecuencia esquemas como “dolor”, “miedo” o “ansiedad” y en menor medida esquemas de “bienestar” y “estética”; a medida que los valores de ansiedad disminuyen la frecuencia se invierte, apareciendo como principales esquemas como “bienestar”, “estética”, “relaciones sociales”, “confianza en el profesional”, “salud” e “imagen de si” (ver Cuadro 1); y el esquema “miedo” deja de estar asociado con tanta fuerza semántica al esquema “dolor”. Si bien no hay estudios que relacionen estas dos variables, se puede explicar esta relación a partir de considerar los aportes de Cano-Vindel (2004) quien afirma que aquellos sujetos que mantienen altos niveles de ansiedad, durante tiempos prolongados, presentan serias perturbaciones psicológicas tales como innecesaria evitación de situaciones, reacciones intensas de activación y temor ante situaciones que no requieren de tal dimensión, y la propuesta de Martínez y Soriano (2006) quienes suponen que, una experiencia dolorosa no es únicamente conformada por experiencias físicas, sino que consiste en una amplia colección de eventos relacionados verbalmente, que permite definir a un tipo específico de dolor por diferentes concepciones semánticas que se asocian entre sí en forma de redes específicas aprendidas para definir ese dolor. A partir de estas nociones se puede suponer que los sujetos que presentan niveles considerables de ansiedad, suelen sobredimensionar los estímulos considerados amenazantes, generando como respuesta, entre otras, una serie de emociones negativas como el temor, miedo, estrés, etc., que se codifican en la memoria semántica en forma de redes asociadas que definen tal evento, pero que pueden extrapolarse a situaciones similares. Entonces cuando el sujeto se enfrenta a una situación quirúrgica como la propuesta en este estudio, y se le pide que elicite asociaciones verbales, éste evocará los conceptos almacenados según el repertorio de experiencias previas, iguales o similares. A medida que esta condición se revierte, la experiencia deja de percibirse como amenaza y las redes que se establecen alrededor de determinado evento, se vuelven más positivas. Además es interesante mencionar que tanto la cantidad de esquemas elicitados como la cantidad de conceptos asociados a los mismos en los sujetos que presentaron niveles de ansiedad altos fue menor que en el caso de los sujetos que presentaron valores de ansiedad por debajo del percentil 50 en la escala de STAI. En el caso de los esquemas positivos, se presenta además una diferencia cualitativa, es decir, en los sujetos con altos niveles de ansiedad los esquemas positivos presentaban conceptos asociados que estaban centrados en el sujeto, mientras que en los sujetos con ansiedad baja los conceptos asociados incluían aspectos más sociales como como familia, trabajo, pareja o comunicación. Esto podría deberse a que, de acuerdo a Fernández y Palmero, las emociones como la ansiedad presentan características defensivas, centrando al sujeto en sí mismo, restringiendo momentáneamente la capacidad de racionalidad y reduciendo la posibilidad del desarrollo de actividades que pongan en juego la evocación de la memoria a largo plazo; a diferencia de las emociones positivas que, al no estar vinculadas a situaciones de riesgo, permiten el desarrollo del pensamiento racional, permitiéndole al sujeto considerar otros aspectos de su vida que no tienen que ver con la huida defensiva, como lo son las relaciones sociales (Fernández y Palmero, 1999). Finalmente, se debe tomar en consideración que no se pudo hallar relación entre la elaboración de esquemas semánticos negativos y la percepción final del dolor postoperatorio. Si bien los sujetos con ansiedad de tipo medio elaboran gran cantidad de redes negativas estas no tienen la capacidad de influir en la modulación del estímulo doloroso. Se puede concluir que la percepción del dolor resulta ser una tarea compleja, influida por un cúmulo significativo de variables intervinientes. En esta investigación se pudo determinar que existe una fuerte correlación entre la ansiedad Rasgo y la percepción final del dolor postoperatorio. Además se pudo establecer que el nivel de ansiedad influye tanto en la cantidad de esquemas y asociaciones semánticas como en las cualidades de las mismas. En cuanto a la definición de los esquemas elicitados, es menester tener en cuenta, que si bien se pueden considerar ciertos conceptos como nucleares, a excepción del esquema “ansiedad”, la cual debido a que es una emoción ligada al pensamiento, presentó definiciones diferentes en todos los participantes; la cantidad de sujetos evaluados y el tipo de software utilizado no son apropiados para la elaboración de definiciones colectivas, lo cual queda como propuesta para futuras investigaciones
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