Informe preliminar de las cartas testamentarias de los afro-porteños de la época colonial
- Autores
- Rosal, Miguel Angel
- Año de publicación
- 2021
- Idioma
- español castellano
- Tipo de recurso
- artículo
- Estado
- versión publicada
- Descripción
- Para la recolección de estos documentos, hemos revisado las Escribanías Antiguas (1584-1756), y los Protocolos Notariales (los registros de escribanos desde 1750 hasta mayo de 1810). La información se completó con datos provenientes de, entre otros acervos, las Sucesiones. La documentación se halla depositada en el Archivo General de la Nación, en Buenos Aires.Publicaciones previas, exponen el indudable valor que tienen los testamentos de negros y pardos como fuente histórica ya que nos brindan un crecido informe, desde los aspectos más generales, como el nombre(s) y apellido(s) -en algunos casos, el apellido suele faltar-, condición jurídica y naturaleza de los otorgantes (en muchas ocasiones, no sabemos la procedencia de los progenitores), edad -por lo general, relativamente avanzada-, estado de salud, las particularidades religiosas, la filiación y un sondeo demográfico (natalidad, nupcialidad, ilegitimidad, mortalidad infantil, etc.), hasta las formas de subsistencia y patrimonio (en especial, bienes inmuebles y esclavos), la institución de herederos y la desheredación, y el grado de alfabetización.Entre las particularidades de las cartas testamentarias podemos señalar que los otorgantes son todos de condición libre, salvo unos pocos casos; la edad nunca se indica a excepción de unos contados ejemplos y, en ocasiones, solo se da una edad aproximada. De los oriundos de África, no sabemos cuándo fueron traídos al Plata. Una gran parte de los otorgantes se hallan enfermos, aunque no se especifica cuál es el mal que los aqueja: “estando enfermo/a en cama, de una enfermedad natural que Dios Nuestro Señor ha sido servido de darme pero por su infinita misericordia en mis cinco sentidos y potencias” es la fórmula utilizada.Respecto de los que sufrieron esclavitud (posiblemente la gran mayoría de los otorgantes) no se sabe cuándo obtuvieron su libertad, pero algunos testadores nacieron libres. Se observa que casi la totalidad de los testadores que han contraído enlace, lo hacen con personas de su misma raza; contados son los casos de casamientos de afros con indios, mestizos o blancos. Los libertos por lo general, una vez conseguida la ansiada libertad, comienzan a adquirir algunos bienes con su trabajo personal. Aunque en muy pocos testamentos se indica el oficio o profesión del otorgante, a veces se puede inferir por las herramientas de las cuales eran propietarios. Además, podemos decir que la gran mayoría no sabe firmar y que, salvo excepciones, ignoramos cuándo mueren.Un capítulo aparte son los aspectos religiosos que se desprenden de la lectura y análisis de esta fecunda documentación. Otorgar testamento era, precisamente, una ratificación de la fe católica. A través del mismo se buscaban los intercesores (la Virgen, San José -el Patrón de la Buena Muerte- y/o los santos), y se encomendaba el alma. Prácticamente la totalidad de los otorgantes deja las formalidades de las exequias al arbitrio de los albaceas, si bien algunos solicitan que el cuerpo sea escoltado con el cura y sacristán (de la Santa Iglesia Catedral o de alguna de las Parroquias) “con la cruz alta (o baja)”; se acostumbraba usar como mortaja hábitos religiosos pues se pensaba que esto santificaría a los fallecidos. En cuanto al legado de las “mandas forzosas y acostumbradas”, en general se separaban de los bienes unos pocos reales, uno o dos a cada una de ellas por única vez, aunque en unos pocos casos se mencionan “la conservación de los santos lugares de Jerusalén” y la “redención de cristianos cautivos”. Finalmente, se manifestaba la cofradía a la cual pertenecían, se hacían las mandas pías voluntarias (limosnas, donaciones, libertad de esclavos, etc.), y se ordenaban las cuestiones temporales en función del bien espiritual del testador (se saldaban o condonaban deudas, se satisfacían o perdonaban injurias, y se evitaban pleitos entre los futuros herederos), realzando el rasgo piadoso del hecho de testar, reflejándose de esta forma la significación jurídico-religiosa de estas piezas documentales.Tanto el Estado como la Iglesia estimularon el acto de testar. Para esta última no sólo era una reafirmación de la fe católica; había también motivaciones de índole económica: no pocos bienes eclesiásticos fueron conseguidos mediante donaciones testamentarias. El Estado, a su vez, contribuyó con una legislación tendiente a eliminar trabas y formalidades. Sin embargo, la gran cantidad de documentación consultada contrasta con los pocos testamentos de negros y pardos encontrados, lo que nos hace pensar que para estos últimos morir ab intestato era la regla y no la excepción.
Fil: Rosal, Miguel Angel. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Oficina de Coordinación Administrativa Saavedra 15. Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani". Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani"; Argentina - Materia
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BUENOS AIRES
XVII-XIX
AFRO-PORTEÑOS
TESTAMENTOS - Nivel de accesibilidad
- acceso abierto
- Condiciones de uso
- https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/2.5/ar/
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La documentación se halla depositada en el Archivo General de la Nación, en Buenos Aires.Publicaciones previas, exponen el indudable valor que tienen los testamentos de negros y pardos como fuente histórica ya que nos brindan un crecido informe, desde los aspectos más generales, como el nombre(s) y apellido(s) -en algunos casos, el apellido suele faltar-, condición jurídica y naturaleza de los otorgantes (en muchas ocasiones, no sabemos la procedencia de los progenitores), edad -por lo general, relativamente avanzada-, estado de salud, las particularidades religiosas, la filiación y un sondeo demográfico (natalidad, nupcialidad, ilegitimidad, mortalidad infantil, etc.), hasta las formas de subsistencia y patrimonio (en especial, bienes inmuebles y esclavos), la institución de herederos y la desheredación, y el grado de alfabetización.Entre las particularidades de las cartas testamentarias podemos señalar que los otorgantes son todos de condición libre, salvo unos pocos casos; la edad nunca se indica a excepción de unos contados ejemplos y, en ocasiones, solo se da una edad aproximada. De los oriundos de África, no sabemos cuándo fueron traídos al Plata. Una gran parte de los otorgantes se hallan enfermos, aunque no se especifica cuál es el mal que los aqueja: “estando enfermo/a en cama, de una enfermedad natural que Dios Nuestro Señor ha sido servido de darme pero por su infinita misericordia en mis cinco sentidos y potencias” es la fórmula utilizada.Respecto de los que sufrieron esclavitud (posiblemente la gran mayoría de los otorgantes) no se sabe cuándo obtuvieron su libertad, pero algunos testadores nacieron libres. Se observa que casi la totalidad de los testadores que han contraído enlace, lo hacen con personas de su misma raza; contados son los casos de casamientos de afros con indios, mestizos o blancos. Los libertos por lo general, una vez conseguida la ansiada libertad, comienzan a adquirir algunos bienes con su trabajo personal. Aunque en muy pocos testamentos se indica el oficio o profesión del otorgante, a veces se puede inferir por las herramientas de las cuales eran propietarios. Además, podemos decir que la gran mayoría no sabe firmar y que, salvo excepciones, ignoramos cuándo mueren.Un capítulo aparte son los aspectos religiosos que se desprenden de la lectura y análisis de esta fecunda documentación. Otorgar testamento era, precisamente, una ratificación de la fe católica. A través del mismo se buscaban los intercesores (la Virgen, San José -el Patrón de la Buena Muerte- y/o los santos), y se encomendaba el alma. Prácticamente la totalidad de los otorgantes deja las formalidades de las exequias al arbitrio de los albaceas, si bien algunos solicitan que el cuerpo sea escoltado con el cura y sacristán (de la Santa Iglesia Catedral o de alguna de las Parroquias) “con la cruz alta (o baja)”; se acostumbraba usar como mortaja hábitos religiosos pues se pensaba que esto santificaría a los fallecidos. En cuanto al legado de las “mandas forzosas y acostumbradas”, en general se separaban de los bienes unos pocos reales, uno o dos a cada una de ellas por única vez, aunque en unos pocos casos se mencionan “la conservación de los santos lugares de Jerusalén” y la “redención de cristianos cautivos”. Finalmente, se manifestaba la cofradía a la cual pertenecían, se hacían las mandas pías voluntarias (limosnas, donaciones, libertad de esclavos, etc.), y se ordenaban las cuestiones temporales en función del bien espiritual del testador (se saldaban o condonaban deudas, se satisfacían o perdonaban injurias, y se evitaban pleitos entre los futuros herederos), realzando el rasgo piadoso del hecho de testar, reflejándose de esta forma la significación jurídico-religiosa de estas piezas documentales.Tanto el Estado como la Iglesia estimularon el acto de testar. Para esta última no sólo era una reafirmación de la fe católica; había también motivaciones de índole económica: no pocos bienes eclesiásticos fueron conseguidos mediante donaciones testamentarias. El Estado, a su vez, contribuyó con una legislación tendiente a eliminar trabas y formalidades. Sin embargo, la gran cantidad de documentación consultada contrasta con los pocos testamentos de negros y pardos encontrados, lo que nos hace pensar que para estos últimos morir ab intestato era la regla y no la excepción.Fil: Rosal, Miguel Angel. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Oficina de Coordinación Administrativa Saavedra 15. Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani". Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. 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Para la recolección de estos documentos, hemos revisado las Escribanías Antiguas (1584-1756), y los Protocolos Notariales (los registros de escribanos desde 1750 hasta mayo de 1810). La información se completó con datos provenientes de, entre otros acervos, las Sucesiones. La documentación se halla depositada en el Archivo General de la Nación, en Buenos Aires.Publicaciones previas, exponen el indudable valor que tienen los testamentos de negros y pardos como fuente histórica ya que nos brindan un crecido informe, desde los aspectos más generales, como el nombre(s) y apellido(s) -en algunos casos, el apellido suele faltar-, condición jurídica y naturaleza de los otorgantes (en muchas ocasiones, no sabemos la procedencia de los progenitores), edad -por lo general, relativamente avanzada-, estado de salud, las particularidades religiosas, la filiación y un sondeo demográfico (natalidad, nupcialidad, ilegitimidad, mortalidad infantil, etc.), hasta las formas de subsistencia y patrimonio (en especial, bienes inmuebles y esclavos), la institución de herederos y la desheredación, y el grado de alfabetización.Entre las particularidades de las cartas testamentarias podemos señalar que los otorgantes son todos de condición libre, salvo unos pocos casos; la edad nunca se indica a excepción de unos contados ejemplos y, en ocasiones, solo se da una edad aproximada. De los oriundos de África, no sabemos cuándo fueron traídos al Plata. Una gran parte de los otorgantes se hallan enfermos, aunque no se especifica cuál es el mal que los aqueja: “estando enfermo/a en cama, de una enfermedad natural que Dios Nuestro Señor ha sido servido de darme pero por su infinita misericordia en mis cinco sentidos y potencias” es la fórmula utilizada.Respecto de los que sufrieron esclavitud (posiblemente la gran mayoría de los otorgantes) no se sabe cuándo obtuvieron su libertad, pero algunos testadores nacieron libres. Se observa que casi la totalidad de los testadores que han contraído enlace, lo hacen con personas de su misma raza; contados son los casos de casamientos de afros con indios, mestizos o blancos. Los libertos por lo general, una vez conseguida la ansiada libertad, comienzan a adquirir algunos bienes con su trabajo personal. Aunque en muy pocos testamentos se indica el oficio o profesión del otorgante, a veces se puede inferir por las herramientas de las cuales eran propietarios. Además, podemos decir que la gran mayoría no sabe firmar y que, salvo excepciones, ignoramos cuándo mueren.Un capítulo aparte son los aspectos religiosos que se desprenden de la lectura y análisis de esta fecunda documentación. Otorgar testamento era, precisamente, una ratificación de la fe católica. A través del mismo se buscaban los intercesores (la Virgen, San José -el Patrón de la Buena Muerte- y/o los santos), y se encomendaba el alma. Prácticamente la totalidad de los otorgantes deja las formalidades de las exequias al arbitrio de los albaceas, si bien algunos solicitan que el cuerpo sea escoltado con el cura y sacristán (de la Santa Iglesia Catedral o de alguna de las Parroquias) “con la cruz alta (o baja)”; se acostumbraba usar como mortaja hábitos religiosos pues se pensaba que esto santificaría a los fallecidos. En cuanto al legado de las “mandas forzosas y acostumbradas”, en general se separaban de los bienes unos pocos reales, uno o dos a cada una de ellas por única vez, aunque en unos pocos casos se mencionan “la conservación de los santos lugares de Jerusalén” y la “redención de cristianos cautivos”. Finalmente, se manifestaba la cofradía a la cual pertenecían, se hacían las mandas pías voluntarias (limosnas, donaciones, libertad de esclavos, etc.), y se ordenaban las cuestiones temporales en función del bien espiritual del testador (se saldaban o condonaban deudas, se satisfacían o perdonaban injurias, y se evitaban pleitos entre los futuros herederos), realzando el rasgo piadoso del hecho de testar, reflejándose de esta forma la significación jurídico-religiosa de estas piezas documentales.Tanto el Estado como la Iglesia estimularon el acto de testar. Para esta última no sólo era una reafirmación de la fe católica; había también motivaciones de índole económica: no pocos bienes eclesiásticos fueron conseguidos mediante donaciones testamentarias. El Estado, a su vez, contribuyó con una legislación tendiente a eliminar trabas y formalidades. Sin embargo, la gran cantidad de documentación consultada contrasta con los pocos testamentos de negros y pardos encontrados, lo que nos hace pensar que para estos últimos morir ab intestato era la regla y no la excepción. |
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