Las testamentarías de los negros y pardos de Buenos Aires (1841-1862)

Autores
Rosal, Miguel Angel
Año de publicación
2023
Idioma
español castellano
Tipo de recurso
artículo
Estado
versión publicada
Descripción
Los testamentos asentados en el Archivo General de Nación, a mediados del siglo XIX, y examinados en los Protocolos Notariales (los registros de escribanos 1 a 10), constan de 377 documentos, entre cartas testamentarias, revocatorias de testamentos, poderes para testar, testamentos en virtud de poder, memorias testamentarias y codicilos, si bien en su gran mayoría se trata de testamentos nuncupativos. Debido a que algunos afro-porteños otorgaron más de uno, y que se encontraron testamentos recíprocos y mancomunados -de matrimonios-, en definitiva son 312 las personas a considerar.Las testamentarías coloniales de Buenos Aires incluyen 207 otorgantes, y de ellos, 144 señalan ser miembros de cofradías, de decir, casi el 70%. En el periodo independiente, por el contrario, la gran cantidad de documentación consultada contrasta con los pocos testamentos afiliados de hermandades encontrados. En el lapso 1841-1862, del total de los otorgantes, solamente 10 señalan ser miembros de cofradías, y 3 son afiliados de dos congregaciones (mientras que ninguno declara ser integrante de tres hermandades). María del Carmen Liceo, oriunda de África, “de Nación Conga de Angunga”, era cofrada de Nuestra Señora del Rosario y de Nuestra Señora del Socorro. Telesfora Wright, negra de Buenos Aires, y Delfina Sáenz, asimismo negra, natural “de Portugal”, eran afiliadas del Rosario y San Benito de Palermo.Manuel Dolores Sarratea, oriundo de Guinea, de Nación Songo, pide misas en la iglesia de Santo Domingo, con intervención de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, de la cual era integrante en 1810.Mateo Navarro, natural de “Masambique, en Guinea, África”, traído desde muy niño, encargó a sus albaceas“no se me haga otro funeral que el que me corresponde como hermano que soy de la Cofradía del Santísimo Rosario de Menores, en la Iglesia de Santo Domingo donde tengo pagadas las anualidades respectivas para la verificación de mi entierro, aplicándose algunas misas rezadas por el bien de mi alma, según lo permitan mis cortos bienes”.Si bien, las cofradías paulatinamente habrían ido perdiendo gravitación en la segunda mitad del siglo, los ejemplos de fundación de capellanías o pías memorias de misas, las que serán aplicadas por las almas de los testadores y, en ocasiones, por las de sus consortes y/o parientes cercanos, abundan. Algunos especifican que la capellanía es a perpetuidad, y tomando los recaudos necesarios para que ello suceda, nombran una serie de patronos que deberán cumplir con los encargos realizados. En ese sentido, debemos recalcar la integración en las distintas cofradías y la fundación de capellanías o pías memorias, y su preocupación para que las mismas se perpetuaran, como prácticas religiosas que coadyuvaban a acortar la permanencia del alma en el Purgatorio.Manuel Sánchez, africano, funda una capellanía de 3.000 pesos en beneficio del alma de Luis Pérez y su esposa, Rosa Ramírez (“mis tíos”) impuesta sobre su casa, y ordena a “mis albaceas destinar lo que quede de mis bienes en beneficio del nacimiento del hijo de Dios y de María, la inmaculada Virgen, nuestra Señora Pura y siempre Concepción”. Asimismo, Josefa Beruti, africana, ordena fundar una capellanía laical o pía memoria de misas, con legados a instituciones religiosas y hospitalarias. Rufina Pich de Márquez, africana, traída en la infancia,“es mi voluntad se diga una misa cantada a Jesús Nazareno en los Ejercicios; se entreguen por mi albacea al Señor Cura de San Isidro trescientos pesos moneda corriente, doscientos de ellos para la función o luminaria de San Isidro y su esposa Santa María de la Cabeza, y los cien restantes para San José del mismo Pueblo […]”.Por lo último, es interesante destacar las conexiones que existían entre algunos testadores, y su vez, integrantes de las Asociaciones Africanas. En efecto, el entrecruzamiento de datos indicaría que las mismas eran frecuentes. En ese sentido, se puede observar la importancia que las sociedades de negros concedían a los ritos funerarios, más allá que estos grupos se basaban más en las relaciones sociales que en el origen étnico de sus integrantes. A través de nuestro trabajo de archivo, hemos podido vislumbrar algunas de estas cuestiones, y los testamentos nos iluminan respecto de las actividades de las agrupaciones de esta clase.Joaquina Vivar de la Rosa, africana, pertenece a “la Sociedad de la Nación Moro” y pide “que me hagan los sufragios acostumbrados a todos los paisanos”. Manuel Duarte, africano, “soy uno de los miembros principales de la Sociedad de San Baltasar que tienen sufragios de la Nación Conga”. Rosa Avad, “de nación Banguela”, una parte del alquiler de su casa se debe invertir “en beneficio y reverencia de Nuestra Madre Señora del Carmen”; funda una capellanía, y el primer albacea del testamento era: “Don” Joaquín Arriola, Presidente de la Nación Banguela. Mateo García, africano “de nación Mozambique”, su albacea y heredero era Martín de Larramendi (el presidente de la Nación Mozambique). Juan Buceta, natural de Guinea, “de Nación Guisama”, su albacea era “el presidente de mi Nación, José Torres”. El moreno Francisco González, posee dos casas (en la calle EEUU y en la calle México, barrio del sur de la ciudad), le deja a su “compañero”, Luis González, la vivienda de la calle EEUU para que la disfrute mientras viva; luego se fundará una pía memoria en beneficio de su alma y la de su esposa, en la iglesia de Montserrat, y el patrono de la misma será “la sociedad de Africanos de la Nación Barnó”. Mateo Patria, africano, es de la Nación Mondongo; compró sitio el 4/1/1833 junto a Manuel Rocamora, Domingo Balle y Antonio de la Patria; le recomienda a su esposa “haga decir los sufragios que crea necesarios por el bien de su alma, y la encomiende siempre a Dios Nuestro Señor”. Por último, Tomás Ly (Lí), africano, aparece como presidente de la Nación Loango Unido, con tratamiento de “Don”, (ver el testamento de Andrés Ramos Mejía, africano, 10/11/1854).Más aún, entre la documentación se pueden destacar aquellos testamentos que ilustran -más allá del marcado sentido religioso que se manifiesta en el acto de testar- sobre la religiosidad católica de algunos integrantes de las Asociaciones Africanas.Estos ejemplos nos hablan de asociaciones diferentes, como vemos, a las cofradías, más informales e independientes del clero, pero con intenciones espirituales similares. En síntesis, hacia la época que estamos estudiando cofradías y sociedades coexisten y tienen puntos de contacto en cuanto sus objetivos y funcionamiento, si bien las segundas se multiplicarán a partir de 1823, con la sanción del reglamento de las Sociedades Africanas.
Fil: Rosal, Miguel Angel. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Oficina de Coordinación Administrativa Saavedra 15. Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani". Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani"; Argentina
Materia
BUENOS AIRES
SIGLOS XIX
AFRO-PORTEÑOS
TESTAMENTOS
Nivel de accesibilidad
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Condiciones de uso
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CONICET Digital (CONICET)
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En el periodo independiente, por el contrario, la gran cantidad de documentación consultada contrasta con los pocos testamentos afiliados de hermandades encontrados. En el lapso 1841-1862, del total de los otorgantes, solamente 10 señalan ser miembros de cofradías, y 3 son afiliados de dos congregaciones (mientras que ninguno declara ser integrante de tres hermandades). María del Carmen Liceo, oriunda de África, “de Nación Conga de Angunga”, era cofrada de Nuestra Señora del Rosario y de Nuestra Señora del Socorro. Telesfora Wright, negra de Buenos Aires, y Delfina Sáenz, asimismo negra, natural “de Portugal”, eran afiliadas del Rosario y San Benito de Palermo.Manuel Dolores Sarratea, oriundo de Guinea, de Nación Songo, pide misas en la iglesia de Santo Domingo, con intervención de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, de la cual era integrante en 1810.Mateo Navarro, natural de “Masambique, en Guinea, África”, traído desde muy niño, encargó a sus albaceas“no se me haga otro funeral que el que me corresponde como hermano que soy de la Cofradía del Santísimo Rosario de Menores, en la Iglesia de Santo Domingo donde tengo pagadas las anualidades respectivas para la verificación de mi entierro, aplicándose algunas misas rezadas por el bien de mi alma, según lo permitan mis cortos bienes”.Si bien, las cofradías paulatinamente habrían ido perdiendo gravitación en la segunda mitad del siglo, los ejemplos de fundación de capellanías o pías memorias de misas, las que serán aplicadas por las almas de los testadores y, en ocasiones, por las de sus consortes y/o parientes cercanos, abundan. 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A través de nuestro trabajo de archivo, hemos podido vislumbrar algunas de estas cuestiones, y los testamentos nos iluminan respecto de las actividades de las agrupaciones de esta clase.Joaquina Vivar de la Rosa, africana, pertenece a “la Sociedad de la Nación Moro” y pide “que me hagan los sufragios acostumbrados a todos los paisanos”. Manuel Duarte, africano, “soy uno de los miembros principales de la Sociedad de San Baltasar que tienen sufragios de la Nación Conga”. Rosa Avad, “de nación Banguela”, una parte del alquiler de su casa se debe invertir “en beneficio y reverencia de Nuestra Madre Señora del Carmen”; funda una capellanía, y el primer albacea del testamento era: “Don” Joaquín Arriola, Presidente de la Nación Banguela. Mateo García, africano “de nación Mozambique”, su albacea y heredero era Martín de Larramendi (el presidente de la Nación Mozambique). Juan Buceta, natural de Guinea, “de Nación Guisama”, su albacea era “el presidente de mi Nación, José Torres”. 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Oficina de Coordinación Administrativa Saavedra 15. Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani". Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. 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En el lapso 1841-1862, del total de los otorgantes, solamente 10 señalan ser miembros de cofradías, y 3 son afiliados de dos congregaciones (mientras que ninguno declara ser integrante de tres hermandades). María del Carmen Liceo, oriunda de África, “de Nación Conga de Angunga”, era cofrada de Nuestra Señora del Rosario y de Nuestra Señora del Socorro. Telesfora Wright, negra de Buenos Aires, y Delfina Sáenz, asimismo negra, natural “de Portugal”, eran afiliadas del Rosario y San Benito de Palermo.Manuel Dolores Sarratea, oriundo de Guinea, de Nación Songo, pide misas en la iglesia de Santo Domingo, con intervención de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, de la cual era integrante en 1810.Mateo Navarro, natural de “Masambique, en Guinea, África”, traído desde muy niño, encargó a sus albaceas“no se me haga otro funeral que el que me corresponde como hermano que soy de la Cofradía del Santísimo Rosario de Menores, en la Iglesia de Santo Domingo donde tengo pagadas las anualidades respectivas para la verificación de mi entierro, aplicándose algunas misas rezadas por el bien de mi alma, según lo permitan mis cortos bienes”.Si bien, las cofradías paulatinamente habrían ido perdiendo gravitación en la segunda mitad del siglo, los ejemplos de fundación de capellanías o pías memorias de misas, las que serán aplicadas por las almas de los testadores y, en ocasiones, por las de sus consortes y/o parientes cercanos, abundan. Algunos especifican que la capellanía es a perpetuidad, y tomando los recaudos necesarios para que ello suceda, nombran una serie de patronos que deberán cumplir con los encargos realizados. En ese sentido, debemos recalcar la integración en las distintas cofradías y la fundación de capellanías o pías memorias, y su preocupación para que las mismas se perpetuaran, como prácticas religiosas que coadyuvaban a acortar la permanencia del alma en el Purgatorio.Manuel Sánchez, africano, funda una capellanía de 3.000 pesos en beneficio del alma de Luis Pérez y su esposa, Rosa Ramírez (“mis tíos”) impuesta sobre su casa, y ordena a “mis albaceas destinar lo que quede de mis bienes en beneficio del nacimiento del hijo de Dios y de María, la inmaculada Virgen, nuestra Señora Pura y siempre Concepción”. Asimismo, Josefa Beruti, africana, ordena fundar una capellanía laical o pía memoria de misas, con legados a instituciones religiosas y hospitalarias. Rufina Pich de Márquez, africana, traída en la infancia,“es mi voluntad se diga una misa cantada a Jesús Nazareno en los Ejercicios; se entreguen por mi albacea al Señor Cura de San Isidro trescientos pesos moneda corriente, doscientos de ellos para la función o luminaria de San Isidro y su esposa Santa María de la Cabeza, y los cien restantes para San José del mismo Pueblo […]”.Por lo último, es interesante destacar las conexiones que existían entre algunos testadores, y su vez, integrantes de las Asociaciones Africanas. En efecto, el entrecruzamiento de datos indicaría que las mismas eran frecuentes. En ese sentido, se puede observar la importancia que las sociedades de negros concedían a los ritos funerarios, más allá que estos grupos se basaban más en las relaciones sociales que en el origen étnico de sus integrantes. A través de nuestro trabajo de archivo, hemos podido vislumbrar algunas de estas cuestiones, y los testamentos nos iluminan respecto de las actividades de las agrupaciones de esta clase.Joaquina Vivar de la Rosa, africana, pertenece a “la Sociedad de la Nación Moro” y pide “que me hagan los sufragios acostumbrados a todos los paisanos”. Manuel Duarte, africano, “soy uno de los miembros principales de la Sociedad de San Baltasar que tienen sufragios de la Nación Conga”. Rosa Avad, “de nación Banguela”, una parte del alquiler de su casa se debe invertir “en beneficio y reverencia de Nuestra Madre Señora del Carmen”; funda una capellanía, y el primer albacea del testamento era: “Don” Joaquín Arriola, Presidente de la Nación Banguela. Mateo García, africano “de nación Mozambique”, su albacea y heredero era Martín de Larramendi (el presidente de la Nación Mozambique). Juan Buceta, natural de Guinea, “de Nación Guisama”, su albacea era “el presidente de mi Nación, José Torres”. El moreno Francisco González, posee dos casas (en la calle EEUU y en la calle México, barrio del sur de la ciudad), le deja a su “compañero”, Luis González, la vivienda de la calle EEUU para que la disfrute mientras viva; luego se fundará una pía memoria en beneficio de su alma y la de su esposa, en la iglesia de Montserrat, y el patrono de la misma será “la sociedad de Africanos de la Nación Barnó”. Mateo Patria, africano, es de la Nación Mondongo; compró sitio el 4/1/1833 junto a Manuel Rocamora, Domingo Balle y Antonio de la Patria; le recomienda a su esposa “haga decir los sufragios que crea necesarios por el bien de su alma, y la encomiende siempre a Dios Nuestro Señor”. Por último, Tomás Ly (Lí), africano, aparece como presidente de la Nación Loango Unido, con tratamiento de “Don”, (ver el testamento de Andrés Ramos Mejía, africano, 10/11/1854).Más aún, entre la documentación se pueden destacar aquellos testamentos que ilustran -más allá del marcado sentido religioso que se manifiesta en el acto de testar- sobre la religiosidad católica de algunos integrantes de las Asociaciones Africanas.Estos ejemplos nos hablan de asociaciones diferentes, como vemos, a las cofradías, más informales e independientes del clero, pero con intenciones espirituales similares. En síntesis, hacia la época que estamos estudiando cofradías y sociedades coexisten y tienen puntos de contacto en cuanto sus objetivos y funcionamiento, si bien las segundas se multiplicarán a partir de 1823, con la sanción del reglamento de las Sociedades Africanas.
Fil: Rosal, Miguel Angel. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Oficina de Coordinación Administrativa Saavedra 15. Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani". Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani"; Argentina
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En el lapso 1841-1862, del total de los otorgantes, solamente 10 señalan ser miembros de cofradías, y 3 son afiliados de dos congregaciones (mientras que ninguno declara ser integrante de tres hermandades). María del Carmen Liceo, oriunda de África, “de Nación Conga de Angunga”, era cofrada de Nuestra Señora del Rosario y de Nuestra Señora del Socorro. Telesfora Wright, negra de Buenos Aires, y Delfina Sáenz, asimismo negra, natural “de Portugal”, eran afiliadas del Rosario y San Benito de Palermo.Manuel Dolores Sarratea, oriundo de Guinea, de Nación Songo, pide misas en la iglesia de Santo Domingo, con intervención de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, de la cual era integrante en 1810.Mateo Navarro, natural de “Masambique, en Guinea, África”, traído desde muy niño, encargó a sus albaceas“no se me haga otro funeral que el que me corresponde como hermano que soy de la Cofradía del Santísimo Rosario de Menores, en la Iglesia de Santo Domingo donde tengo pagadas las anualidades respectivas para la verificación de mi entierro, aplicándose algunas misas rezadas por el bien de mi alma, según lo permitan mis cortos bienes”.Si bien, las cofradías paulatinamente habrían ido perdiendo gravitación en la segunda mitad del siglo, los ejemplos de fundación de capellanías o pías memorias de misas, las que serán aplicadas por las almas de los testadores y, en ocasiones, por las de sus consortes y/o parientes cercanos, abundan. 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A través de nuestro trabajo de archivo, hemos podido vislumbrar algunas de estas cuestiones, y los testamentos nos iluminan respecto de las actividades de las agrupaciones de esta clase.Joaquina Vivar de la Rosa, africana, pertenece a “la Sociedad de la Nación Moro” y pide “que me hagan los sufragios acostumbrados a todos los paisanos”. Manuel Duarte, africano, “soy uno de los miembros principales de la Sociedad de San Baltasar que tienen sufragios de la Nación Conga”. Rosa Avad, “de nación Banguela”, una parte del alquiler de su casa se debe invertir “en beneficio y reverencia de Nuestra Madre Señora del Carmen”; funda una capellanía, y el primer albacea del testamento era: “Don” Joaquín Arriola, Presidente de la Nación Banguela. Mateo García, africano “de nación Mozambique”, su albacea y heredero era Martín de Larramendi (el presidente de la Nación Mozambique). Juan Buceta, natural de Guinea, “de Nación Guisama”, su albacea era “el presidente de mi Nación, José Torres”. El moreno Francisco González, posee dos casas (en la calle EEUU y en la calle México, barrio del sur de la ciudad), le deja a su “compañero”, Luis González, la vivienda de la calle EEUU para que la disfrute mientras viva; luego se fundará una pía memoria en beneficio de su alma y la de su esposa, en la iglesia de Montserrat, y el patrono de la misma será “la sociedad de Africanos de la Nación Barnó”. Mateo Patria, africano, es de la Nación Mondongo; compró sitio el 4/1/1833 junto a Manuel Rocamora, Domingo Balle y Antonio de la Patria; le recomienda a su esposa “haga decir los sufragios que crea necesarios por el bien de su alma, y la encomiende siempre a Dios Nuestro Señor”. 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