Perduración de las normas indianas en el urbanismo argentino

Autores
Morosi, Julio A.; Vitalone, Cristina
Año de publicación
1993
Idioma
español castellano
Tipo de recurso
artículo
Estado
versión publicada
Descripción
Cuando Juan Ramírez de Velazco dos años antes de fundar la ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja, informa detalladamente a su monarca acerca de las versiones de la existencia de la utópica Ciudad de los Césares, pone de manifiesto el estado de ánimo con que los conquistadores encaraban el poblamiento del Nuevo Mundo y la imagen tras la que marchaban. Superada la sorpresa generada por los grandes descubrimientos, se los consideró prueba de la sabiduría, poder y creatividad de Dios. El Todopoderoso colmaba de dones a la humanidad para que alcanzase un futuro mejor en un marco predeterminado. El papa Alejandro VI así lo interpreta en su bula “Inter Coetera” del 4 de mayo de 1493. Francisco López de Gomara bien lo resume en 1552: “...Es el mundo tan grande y hermoso, y tiene tanta diversidad de cosas tan diferentes unas de otras que pone admiración á quien bien lo piensa y contempla...” Esa ciudad vital implicaba la aceptación de la creencia última de la existencia de un modelo ideal de la sociedad y de una imagen urbana paradisíaca, ordenada y optimista. Pero ello lleva implícito el riesgo de una contracara negativa, que ha sido señalada entre otros por Martínez Estrada. El desengaño del soñador, la codicia insatisfecha, el desencanto ante la ausencia de riquezas fáciles, imposibilitó al conquistador la comprensión de la verdadera realidad austral: “...La pampa es una ilusión: es la tierra de las aventuras desordenadas en la fantasía del hombre sin profundidad. Todo se desliza, animado de un movimiento ilusorio en que sólo cambia el centro de esa grandiosa circunferencia. Ahí el hombre grosero empieza de nuevo; el hombre culto concluye. Fue el quimérico territorio de Trapalanda, de la que decía el Padre Guevara: Cuyo descubrimiento nunca efectuado, fue polilla que consumió buenos caudales sin ningún fruto, la ciudad imaginaria de oro macizo que casi hace fracasar las expediciones de Francisco de Aguirre y de Diego de Abreu; la que hizo que se fundaran La Rioja y Jujuy para ponerle sitio y arrebatársela al autóctono. El buen Quijano también fue víctima de la llanura; la esterilidad de la Mancha fructificó en sus sesos las ‘Sergas’ de sus lecturas solitarias...” Fernando Ainsa resume así la situación: “...La frustada meta de la rica ciudad, marcó con el sello del engaño el destino de un país que podría haberse estructurado desde el origen con un proyecto de poblamiento paulatino y colonización de designio menos ambicioso, pero más real... El dualismo americano, la tensión entre el ser de una realidad que parece desmentir todo idealismo utópico y el deber ser de una esperanza renovada después de cada derrota se resume en este interrogante...” A pesar de todo, aquellos primeros conquistadores llevaban en sus mentes una imagen de las soñadas ciudades utópicas, imagen que aplicaron con perseverancia ejemplar a la fundación de los nuevos asentamientos humanos que fueron creando a lo largo de su esforzada marcha y que, como veremos, persistió por casi cinco siglos en la Argentina y en la América toda.
Materia
Estudios Urbanos
Ciudades
modelo indiano
conquista
Nivel de accesibilidad
acceso abierto
Condiciones de uso
http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/
Repositorio
CIC Digital (CICBA)
Institución
Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires
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