Genealogías bisexuales: Recorridos posibles por la historia

Autores
Arnés, Laura Antonella; Correa, Malena; Itoiz, María Josefina
Año de publicación
2019
Idioma
español castellano
Tipo de recurso
parte de libro
Estado
versión publicada
Descripción
Foucault ya pensó la historia de la sexualidad occidental. Pero dejó baches y lagunas. Porque, como él mismo notó, no todas las sexualidades son las mismas (ni todos los géneros tampoco). En ese recorrido interviene este artículo. Lo que nos interesa es rastrear lo que el nombre −bisexual− hace o lo que en nombre del nombre se hace (o hizo). Sin trazar una curva de lenta evolución, nos preguntamos por la emergencia del concepto en diferentes escenas, por lo papeles que ha jugado. Cuando se dijo bisexualidad, ¿qué se dijo? ¿Qué saberes −qué imágenes, qué cuerpos, qué prácticas− confluían ahí y en boca de quiénes? ¿Acaso todo el sexo fue reprimido de la misma forma o hablado con el mismo fin? ¿Cuándo se convirtió la bisexualidad en una causa política o es que, acaso, siempre lo fue? ¿Cómo se extrapoló su significado del mundo de las plantas y los animales al ámbito de las personas? ¿Qué sucede cuando la palabra "bisexualidad" desaparece pero las prácticas que la invocan se intensifican?Podría pensarse que la bisexualidad se inscribe −como categoría− en el imaginario sexual occidental, de diversos modos y con matices significantes variados, desde el momento en que la sexualidad se convierte en objeto de las disciplinas científicas burguesas como la anatomía, la embriología y la fisiología (MacDowall 2009; Hemmings 1997; Du Plessis 1996) o la psiquiatría y el psicoanálisis. Por supuesto, todas estas disciplinas tuvieron un efecto colonizador sobre los cuerpos; sin embargo, como se verá, pocas veces sostuvieron teorías coherentes, ajenas a contradicciones y ambigüedades. Efectivamente, fueron discursos sostenidos desde la medicina y la biología, en el positivista siglo XIX, los que dieron forma a las primeras versiones modernas sobre la bisexualidad. A pesar de esto, creemos que la bisexualidad fue sistemáticamente apartada de la economía hegemónica de los deseos y los placeres justamente porque su mera existencia ponía en crisis las dicotomías epistemológicas "varón-mujer" y "homosexualidad-heterosexualidad" que, en ese momento, se estaban construyendo. Así, la bisexualidad hará su aparición como un exterior constitutivo del par homo-hetero (pero también del par varón-mujer y femenino-masculino), como una no-identidad fundamental y necesaria en la configuración e inteligibilidad de ese par (Angelides 2001). Ese afuera se constituye tanto en el espacio como en el tiempo. Así, como veremos, la bisexualidad estuvo en el origen (todxs fuimos alguna vez bisexuales), estará en el futuro (en tanto potencia), está en la mente o en la sensibilidad (la creatividad bisexual de lxs artistas). Por eso, al analizar los sentidos que bisexual despliega resulta evidente que no se presenta como un término que afianza los caros binarismos, que solo cobra sentido con el par homo-hetero o que carece de fertilidad política: esto solo achata la complejidad, los movimientos e incluso la ambigüedad que los relatos bisexuales arrastran.Teniendo esto en mente, el objetivo de este artículo es abrir una posibilidad para pensar la bisexualidad en su historicidad: como teoría, como política, como identidad. No como una verdad, no como un significado cerrado sino, más bien, como una potencia performativa, como modulación del deseo, quizás incluso, como una función en el discurso. La idea no sería solo imaginar qué trazos de una sexualidad moderna arrastra la bisexualidad, sino considerar cómo anticipa rasgos de ciertos modos de la sexualidad contemporánea o, incluso, futura.También resulta interesante ver cómo, sobre todo en el siglo XX, si bien proliferaron las prácticas que desde una perspectiva actual podríamos llamar bisexuales, estas tendieron a mantenerse innombradas o mal-nombradas (pensadas en términos de "gays" o "lesbianas") incluso por aquellos discursos producidos en ámbitos de la disidencia sexual y queer. Insistimos, entonces, en que esto sucedió (y sucede) porque más que reforzar el binarismo −como nos hemos cansado de escuchar− la bisexualidad juega un rol fundamental en su deconstrucción. Estamos convencidas de que las prácticas bisexuales (en su amplio espectro) pero también los cuerpos que han sido llamados "bisexuados" o "bisexuales" implican una crítica al modelo de la diferencia sexual que, en términos generales, es siempre mononormativo.
Fil: Arnés, Laura Antonella. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; Argentina. Universidad de Buenos Aires; Argentina
Fil: Correa, Malena. Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria; Argentina
Fil: Itoiz, María Josefina. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; Argentina. Universidad de Buenos Aires; Argentina
Materia
BISEXUALIDADES
HISTORIA
LITERATURA
ESTUDIOS DE GÉNERO
Nivel de accesibilidad
acceso abierto
Condiciones de uso
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Repositorio
CONICET Digital (CONICET)
Institución
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
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Cuando se dijo bisexualidad, ¿qué se dijo? ¿Qué saberes −qué imágenes, qué cuerpos, qué prácticas− confluían ahí y en boca de quiénes? ¿Acaso todo el sexo fue reprimido de la misma forma o hablado con el mismo fin? ¿Cuándo se convirtió la bisexualidad en una causa política o es que, acaso, siempre lo fue? ¿Cómo se extrapoló su significado del mundo de las plantas y los animales al ámbito de las personas? ¿Qué sucede cuando la palabra "bisexualidad" desaparece pero las prácticas que la invocan se intensifican?Podría pensarse que la bisexualidad se inscribe −como categoría− en el imaginario sexual occidental, de diversos modos y con matices significantes variados, desde el momento en que la sexualidad se convierte en objeto de las disciplinas científicas burguesas como la anatomía, la embriología y la fisiología (MacDowall 2009; Hemmings 1997; Du Plessis 1996) o la psiquiatría y el psicoanálisis. Por supuesto, todas estas disciplinas tuvieron un efecto colonizador sobre los cuerpos; sin embargo, como se verá, pocas veces sostuvieron teorías coherentes, ajenas a contradicciones y ambigüedades. Efectivamente, fueron discursos sostenidos desde la medicina y la biología, en el positivista siglo XIX, los que dieron forma a las primeras versiones modernas sobre la bisexualidad. A pesar de esto, creemos que la bisexualidad fue sistemáticamente apartada de la economía hegemónica de los deseos y los placeres justamente porque su mera existencia ponía en crisis las dicotomías epistemológicas "varón-mujer" y "homosexualidad-heterosexualidad" que, en ese momento, se estaban construyendo. Así, la bisexualidad hará su aparición como un exterior constitutivo del par homo-hetero (pero también del par varón-mujer y femenino-masculino), como una no-identidad fundamental y necesaria en la configuración e inteligibilidad de ese par (Angelides 2001). Ese afuera se constituye tanto en el espacio como en el tiempo. Así, como veremos, la bisexualidad estuvo en el origen (todxs fuimos alguna vez bisexuales), estará en el futuro (en tanto potencia), está en la mente o en la sensibilidad (la creatividad bisexual de lxs artistas). Por eso, al analizar los sentidos que bisexual despliega resulta evidente que no se presenta como un término que afianza los caros binarismos, que solo cobra sentido con el par homo-hetero o que carece de fertilidad política: esto solo achata la complejidad, los movimientos e incluso la ambigüedad que los relatos bisexuales arrastran.Teniendo esto en mente, el objetivo de este artículo es abrir una posibilidad para pensar la bisexualidad en su historicidad: como teoría, como política, como identidad. No como una verdad, no como un significado cerrado sino, más bien, como una potencia performativa, como modulación del deseo, quizás incluso, como una función en el discurso. La idea no sería solo imaginar qué trazos de una sexualidad moderna arrastra la bisexualidad, sino considerar cómo anticipa rasgos de ciertos modos de la sexualidad contemporánea o, incluso, futura.También resulta interesante ver cómo, sobre todo en el siglo XX, si bien proliferaron las prácticas que desde una perspectiva actual podríamos llamar bisexuales, estas tendieron a mantenerse innombradas o mal-nombradas (pensadas en términos de "gays" o "lesbianas") incluso por aquellos discursos producidos en ámbitos de la disidencia sexual y queer. Insistimos, entonces, en que esto sucedió (y sucede) porque más que reforzar el binarismo −como nos hemos cansado de escuchar− la bisexualidad juega un rol fundamental en su deconstrucción. 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