Patrimonio cultural del cementerio de la Recoleta: “El Panteón de los Ciudadanos Meritorios” : Un estudio integral

Autores
Andruchow, Marcela
Año de publicación
2022
Idioma
español castellano
Tipo de recurso
tesis de maestría
Estado
versión aceptada
Colaborador/a o director/a de tesis
Gandolfi, Fernando Francisco
Descripción
Esta tesis se enfoca en el estudio en tanto bien patrimonial del conjunto de monumentos funerarios que conforman el Panteón de los Ciudadanos Meritorios en el cementerio de La Recoleta. El cementerio, fundado en la primera mitad del siglo XIX, está situado en la ciudad de Buenos Aires, en el barrio del mismo nombre, y se localiza en la manzana delimitada por el Centro Cultural Recoleta y las calles Azcuénaga, Vicente López y Junín. El interés en este estudio parte de la importancia de los cementerios patrimoniales como bienes culturales, tal como señala la Carta de Morelia (2005), Los sitios, monumentos, conjuntos y elementos funerarios constituyen un caso particular, poco valorado y menos atendido, del patrimonio cultural material, acompañado a su vez por usos, costumbres, ritos, conductas y manifestaciones de cada cultura en torno a la inevitabilidad de la muerte y la disposición de los restos humanos, lo que constituye un patrimonio cultural inmaterial de igual importancia. (García Villuendas, 2005). Es decir, que la materialidad de los monumentos soporta y enlaza con la significación sociocultural que representa. Desde este punto de vista, los estudios de valoración y conservación de este patrimonio, apuntan a la preservación y continuidad de una memoria colectiva en torno a los rituales de la muerte y su expresión fúnebre. La muerte, sus rituales y sus espacios son un importante ámbito de investigación multidisciplinaria que ya lleva más de dos décadas de marcado interés académico, institucional y social lo que ha redundado en un impacto positivo en su valoración patrimonial. Investigaciones especialmente universitarias abocadas al estudio de las dimensiones históricas, antropológicas, artísticas y paisajistas de los cementerios, colaboraron en hacer emerger el tema y a interactuar con otros actores sociales involucrados con esos espacios. El interés académico alcanzado por el tema de la muerte y los espacios funerarios abarca ámbitos como la historia social, la historia del arte, la arquitectura, el urbanismo, la antropología social y la psicología, la genealogía y en los últimos años el turismo. Los espacios funerarios que sirven de referentes a los estudios corresponden a espacios extramuros erigidos durante el siglo XIX. La muerte siempre fue un tema presente en todas las sociedades que nos precedieron, como parte inseparable de la propia vida individual y colectiva. Conmemorar, simbolizar, y materializar la muerte era indispensable para asegurar la permanencia en vida del grupo social y sus valores espirituales. Buena parte del patrimonio artístico que se conserva y se exhibe en museos de todo el mundo proviene del culto a la muerte como fenómeno sagrado. La materialización de la muerte en forma de tumbas, monumentos, bóvedas que se exhiben como arte funerario en los cementerios, compone lo que podríamos llamar museos al aire libre, un lugar expositivo más; constituyen un conjunto de bienes patrimoniales reunidos en un mismo espacio. Sin embargo, este tipo de arte funerario que engalana los cementerios decimonónicos tiende a desaparecer, por falta de espacio, costos de realización y mantenimiento. Pero principalmente en la actualidad por los cambios en las costumbres funerarias, que se desplazan hacia una mayor practicidad y al acceso más frecuente a la incineración. En este sentido, durante el siglo XX, paulatinamente se ha borrado el comportamiento social de contacto con la muerte. Ésta fue desterrada de las viviendas, y localizada en los hospitales; se redujeron los tiempos del velatorio y acompañamiento del cadáver y se limitaron las acciones de participación a familiares y deudos cercanos. Las obras de dedicación y conmemoración ya no se encargan y la fisonomía de los cementerios se trasmuta en una alfombra verde de gramínea salpicada de placas. Estas transformaciones refuerzan aún más la necesidad del estudio, rescate y conservación del patrimonio funerario colectivo. Múltiples son los valores patrimoniales de estos cementerios tradicionales, tanto de aquellos urbanos repletos de obras de arte funerario de importantes firmas como los otros que ocupan espacios rurales o semirurales o de ciudades pequeñas que no cobijan bienes artísticos monumentales. Algunos de esos valores son: el del patrimonio ambiental urbano, ya que en muchos casos por el crecimiento de la mancha urbana los cementerios han quedado dentro de la ciudad o en su periferia inmediata, y representan actualmente el único espacio de área verde urbana extenso que posee la ciudad. El valor de su patrimonio artístico; en muchas ciudades son los cementerios decimonónicos los que albergan la más importante colección, cuando no la única de esculturas de mediano y gran formato y de mobiliario urbano de hierro fundido, encargado por catálogo a las grandes casas europeas del rubro; y junto a otro tipo de obras exhibidas, el cementerio es el único museo al aire libre que poseen muchas comunidades. El valor de patrimonio histórico no solo refiere a los enterratorios de personajes ilustres de la historia nacional tradicional y reciente, sino que en el cementerio puede recuperarse información histórica contenida en las lápidas, o rescatar la historia constructiva de la arquitectura funeraria o la historia de las técnicas y materiales empleados en la construcción y la de los artesanos o empresas involucrados, o porque remite al patrimonio intangible que representa la ritualidad de la muerte propia de cada comunidad, con sus celebraciones y anecdotario; y el valor de patrimonio económico tanto por los usos alternativos que pueden darse a la necrópolis orientados al turismo y la recreación, como por la conservación de puestos de trabajo asociados a la ritualidad conmemorativa y frecuente de la muerte. (Caraballo Perichi, 2000) Entendemos que la ponderación y promoción de estos valores patrimoniales incluye el estudio integral e interdisciplinario de los cementerios decimonónicos como de los bienes culturales que lo componen. El cementerio de La Recoleta fue inaugurado el 17 de noviembre de 1822, en el marco de las medidas higienistas que promueve y consolida en la ciudad de Buenos Aires Bernardino Rivadavia, ministro de gobierno de Martín Rodríguez. Si bien ese tipo de medidas venían esbozándose desde el siglo XVIII durante la época colonial, es recién en 1821 que se incorporaron con importancia central al conocimiento técnico y al discurso gubernamental. El cementerio se proyecta como una máquina higiénica dentro de un nuevo ordenamiento espacial de la ciudad. El principio fundamental de esta categorización espacial fue colocar todo aquello que es de sana utilidad en el centro urbano y todo lo peligroso o inarmónico a las márgenes. Esta organización fue producto de la conjunción de factores como la normativa higiénica establecida para la época, la tradición borbónica mayormente precisada y la zonificación de áreas económicas e industriales. La nueva ordenación de la ciudad fue llevada a cabo por un cuerpo técnico provisto de nuevos instrumentos y doctrinas. Los planos originarios del cementerio los diseñó el ingeniero y arquitecto francés Próspero Catelin, quien era el director del Departamento de Ingenieros Arquitectos de la ciudad en esa época. Junto con la aprobación del plano y su ejecución se identifican los diferentes lotes para sepulturas y se establece su precio. Al mismo tiempo el gobierno retine para sí algunas fracciones de tierra para asignarlas oficialmente a aquellas personas que se hayan destacado en algún ramo del servicio público. El grupo de lotes con ese destino que ocupa una sección inmediata al centro geográfico del plano original del cementerio, se conformará como el Panteón de los Ciudadanos Meritorios y su conjunto monumental constituye nuestro caso de estudio. Los monumentos que conforman el Panteón (1 placa recordatoria, 6 túmulos, 2 sarcófagos y 1 mausoleo) se pueden identificar en dos grupos, según las fechas de su erección. Un primer grupo están dedicados a Cornelio de Saavedra (1759-1829); Gregorio Funes (1749-1829); Gregorio Perdriel (1785-1832); Antonio Sáenz (1780-1825); José Izquierdo (1792-1834); Juan Ramón Estomba (1790-1829) y Marcos Balcarse (1777-1832). Éstos monumentos fúnebres se enlazan con la actuación del arquitecto Carlo Zucchi como Arquitecto Ingeniero de la Provincia, siendo funcionario público del gobierno entre los años 1828 y 1835. Un segundo grupo fueron erigidos después de 1860 en honor a José Idelfonso Álvarez y Arenales (1798-1863); Juan Andrés Luis Gonzaga de la Concepción de la Peña (1799-1864) y Guillermo Rawson (1821-1890). La selección de este conjunto se basa en la antigüedad de la mayor parte del conjunto, que remite a los inicios del cementerio, que aún no han sido estudiados profundamente; a la significación histórica de los personajes a quienes están dedicados los monumentos, individuos que han sido protagonistas relevantes de la historia institucional argentina; y al hecho de que este conjunto, particularmente los túmulos erigidos antes de 1835, lo han sido por orden de la autoridad pública del estado provincial y esta circunstancia permite analizar las intervenciones del Estado en la ordenación espacial y sanitaria urbana, como también la incidencia política en las dedicaciones a la muerte. Otro motivo es la unicidad espacial ya que, aunque la erección de los monumentos no corresponde a una única época, se ubican en una misma parcela, que es central respecto del plano originario de la necrópolis; a esto se agrega la similitud en cuanto a la materialidad de los sepulcros, ya que salvo el mausoleo de Rawson que está construido y/o revestido en granito martelinado, los demás túmulos y un sarcófago lo están en placas de mármol. Esta situación de unicidad espacial y de materiales supone unas condiciones de respuesta similares por parte de los materiales a los efectos de los agentes de deterioro ambientales en tanto conjunto a investigar. Lineamientos teóricos y metodológicos: Se propone un enfoque teórico a partir del Restauro Crítico con las salvedades que incorpora la Teoría Contemporánea de la Restauración. Dentro del marco de la restauración crítica se incluyen las instancias de investigación de gabinete, relevamiento organoléptico, gráfico, fotográfico, por fotogrametría 3D, planimétrico y de estado de conservación de los bienes profundizando en el conocimiento de su materialidad. Se atendió especialmente a lo que Cesare Brandi denominó instancia histórica, es decir, al reconocimiento e identificación de bien como tal en un lugar y tiempo específicos, sin enfatizar en lo que Brandi definió como instancia estética, dado que a esta investigación le interesan los valores históricos y documentales de los bienes, y no tanto su artisticidad. Para el relevamiento físico y su parte documental se propone utilizar las estipulaciones del Sistema de Inventario y Registro Automatizado de Monumentos y Sitios (SIRAMS) elaborado por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS). Este sistema guia especialmente la confección de las fichas de inventario donde se volcaron los datos obtenidos en los distintos tipos de relevamiento. El SIRAMS presupone que una de las condiciones previas a las posibles políticas de conservación del patrimonio es conocer de manera precisa y actualizada lo existente y su situación legal.
Magister en Conservación, Restauración e Intervención del Patrimonio Arquitectónico y Urbano
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Arquitectura y Urbanismo
Materia
Arquitectura
Patrimonio arquitectónico
Cementerio de la Recoleta
Conservación de los bienes culturales
Nivel de accesibilidad
acceso abierto
Condiciones de uso
http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/
Repositorio
SEDICI (UNLP)
Institución
Universidad Nacional de La Plata
OAI Identificador
oai:sedici.unlp.edu.ar:10915/146980

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El interés en este estudio parte de la importancia de los cementerios patrimoniales como bienes culturales, tal como señala la Carta de Morelia (2005), Los sitios, monumentos, conjuntos y elementos funerarios constituyen un caso particular, poco valorado y menos atendido, del patrimonio cultural material, acompañado a su vez por usos, costumbres, ritos, conductas y manifestaciones de cada cultura en torno a la inevitabilidad de la muerte y la disposición de los restos humanos, lo que constituye un patrimonio cultural inmaterial de igual importancia. (García Villuendas, 2005). Es decir, que la materialidad de los monumentos soporta y enlaza con la significación sociocultural que representa. Desde este punto de vista, los estudios de valoración y conservación de este patrimonio, apuntan a la preservación y continuidad de una memoria colectiva en torno a los rituales de la muerte y su expresión fúnebre. La muerte, sus rituales y sus espacios son un importante ámbito de investigación multidisciplinaria que ya lleva más de dos décadas de marcado interés académico, institucional y social lo que ha redundado en un impacto positivo en su valoración patrimonial. Investigaciones especialmente universitarias abocadas al estudio de las dimensiones históricas, antropológicas, artísticas y paisajistas de los cementerios, colaboraron en hacer emerger el tema y a interactuar con otros actores sociales involucrados con esos espacios. El interés académico alcanzado por el tema de la muerte y los espacios funerarios abarca ámbitos como la historia social, la historia del arte, la arquitectura, el urbanismo, la antropología social y la psicología, la genealogía y en los últimos años el turismo. Los espacios funerarios que sirven de referentes a los estudios corresponden a espacios extramuros erigidos durante el siglo XIX. La muerte siempre fue un tema presente en todas las sociedades que nos precedieron, como parte inseparable de la propia vida individual y colectiva. Conmemorar, simbolizar, y materializar la muerte era indispensable para asegurar la permanencia en vida del grupo social y sus valores espirituales. Buena parte del patrimonio artístico que se conserva y se exhibe en museos de todo el mundo proviene del culto a la muerte como fenómeno sagrado. La materialización de la muerte en forma de tumbas, monumentos, bóvedas que se exhiben como arte funerario en los cementerios, compone lo que podríamos llamar museos al aire libre, un lugar expositivo más; constituyen un conjunto de bienes patrimoniales reunidos en un mismo espacio. Sin embargo, este tipo de arte funerario que engalana los cementerios decimonónicos tiende a desaparecer, por falta de espacio, costos de realización y mantenimiento. Pero principalmente en la actualidad por los cambios en las costumbres funerarias, que se desplazan hacia una mayor practicidad y al acceso más frecuente a la incineración. En este sentido, durante el siglo XX, paulatinamente se ha borrado el comportamiento social de contacto con la muerte. Ésta fue desterrada de las viviendas, y localizada en los hospitales; se redujeron los tiempos del velatorio y acompañamiento del cadáver y se limitaron las acciones de participación a familiares y deudos cercanos. Las obras de dedicación y conmemoración ya no se encargan y la fisonomía de los cementerios se trasmuta en una alfombra verde de gramínea salpicada de placas. Estas transformaciones refuerzan aún más la necesidad del estudio, rescate y conservación del patrimonio funerario colectivo. Múltiples son los valores patrimoniales de estos cementerios tradicionales, tanto de aquellos urbanos repletos de obras de arte funerario de importantes firmas como los otros que ocupan espacios rurales o semirurales o de ciudades pequeñas que no cobijan bienes artísticos monumentales. Algunos de esos valores son: el del patrimonio ambiental urbano, ya que en muchos casos por el crecimiento de la mancha urbana los cementerios han quedado dentro de la ciudad o en su periferia inmediata, y representan actualmente el único espacio de área verde urbana extenso que posee la ciudad. El valor de su patrimonio artístico; en muchas ciudades son los cementerios decimonónicos los que albergan la más importante colección, cuando no la única de esculturas de mediano y gran formato y de mobiliario urbano de hierro fundido, encargado por catálogo a las grandes casas europeas del rubro; y junto a otro tipo de obras exhibidas, el cementerio es el único museo al aire libre que poseen muchas comunidades. El valor de patrimonio histórico no solo refiere a los enterratorios de personajes ilustres de la historia nacional tradicional y reciente, sino que en el cementerio puede recuperarse información histórica contenida en las lápidas, o rescatar la historia constructiva de la arquitectura funeraria o la historia de las técnicas y materiales empleados en la construcción y la de los artesanos o empresas involucrados, o porque remite al patrimonio intangible que representa la ritualidad de la muerte propia de cada comunidad, con sus celebraciones y anecdotario; y el valor de patrimonio económico tanto por los usos alternativos que pueden darse a la necrópolis orientados al turismo y la recreación, como por la conservación de puestos de trabajo asociados a la ritualidad conmemorativa y frecuente de la muerte. (Caraballo Perichi, 2000) Entendemos que la ponderación y promoción de estos valores patrimoniales incluye el estudio integral e interdisciplinario de los cementerios decimonónicos como de los bienes culturales que lo componen. El cementerio de La Recoleta fue inaugurado el 17 de noviembre de 1822, en el marco de las medidas higienistas que promueve y consolida en la ciudad de Buenos Aires Bernardino Rivadavia, ministro de gobierno de Martín Rodríguez. Si bien ese tipo de medidas venían esbozándose desde el siglo XVIII durante la época colonial, es recién en 1821 que se incorporaron con importancia central al conocimiento técnico y al discurso gubernamental. El cementerio se proyecta como una máquina higiénica dentro de un nuevo ordenamiento espacial de la ciudad. El principio fundamental de esta categorización espacial fue colocar todo aquello que es de sana utilidad en el centro urbano y todo lo peligroso o inarmónico a las márgenes. Esta organización fue producto de la conjunción de factores como la normativa higiénica establecida para la época, la tradición borbónica mayormente precisada y la zonificación de áreas económicas e industriales. La nueva ordenación de la ciudad fue llevada a cabo por un cuerpo técnico provisto de nuevos instrumentos y doctrinas. Los planos originarios del cementerio los diseñó el ingeniero y arquitecto francés Próspero Catelin, quien era el director del Departamento de Ingenieros Arquitectos de la ciudad en esa época. Junto con la aprobación del plano y su ejecución se identifican los diferentes lotes para sepulturas y se establece su precio. Al mismo tiempo el gobierno retine para sí algunas fracciones de tierra para asignarlas oficialmente a aquellas personas que se hayan destacado en algún ramo del servicio público. El grupo de lotes con ese destino que ocupa una sección inmediata al centro geográfico del plano original del cementerio, se conformará como el Panteón de los Ciudadanos Meritorios y su conjunto monumental constituye nuestro caso de estudio. Los monumentos que conforman el Panteón (1 placa recordatoria, 6 túmulos, 2 sarcófagos y 1 mausoleo) se pueden identificar en dos grupos, según las fechas de su erección. Un primer grupo están dedicados a Cornelio de Saavedra (1759-1829); Gregorio Funes (1749-1829); Gregorio Perdriel (1785-1832); Antonio Sáenz (1780-1825); José Izquierdo (1792-1834); Juan Ramón Estomba (1790-1829) y Marcos Balcarse (1777-1832). Éstos monumentos fúnebres se enlazan con la actuación del arquitecto Carlo Zucchi como Arquitecto Ingeniero de la Provincia, siendo funcionario público del gobierno entre los años 1828 y 1835. Un segundo grupo fueron erigidos después de 1860 en honor a José Idelfonso Álvarez y Arenales (1798-1863); Juan Andrés Luis Gonzaga de la Concepción de la Peña (1799-1864) y Guillermo Rawson (1821-1890). La selección de este conjunto se basa en la antigüedad de la mayor parte del conjunto, que remite a los inicios del cementerio, que aún no han sido estudiados profundamente; a la significación histórica de los personajes a quienes están dedicados los monumentos, individuos que han sido protagonistas relevantes de la historia institucional argentina; y al hecho de que este conjunto, particularmente los túmulos erigidos antes de 1835, lo han sido por orden de la autoridad pública del estado provincial y esta circunstancia permite analizar las intervenciones del Estado en la ordenación espacial y sanitaria urbana, como también la incidencia política en las dedicaciones a la muerte. Otro motivo es la unicidad espacial ya que, aunque la erección de los monumentos no corresponde a una única época, se ubican en una misma parcela, que es central respecto del plano originario de la necrópolis; a esto se agrega la similitud en cuanto a la materialidad de los sepulcros, ya que salvo el mausoleo de Rawson que está construido y/o revestido en granito martelinado, los demás túmulos y un sarcófago lo están en placas de mármol. Esta situación de unicidad espacial y de materiales supone unas condiciones de respuesta similares por parte de los materiales a los efectos de los agentes de deterioro ambientales en tanto conjunto a investigar. Lineamientos teóricos y metodológicos: Se propone un enfoque teórico a partir del Restauro Crítico con las salvedades que incorpora la Teoría Contemporánea de la Restauración. Dentro del marco de la restauración crítica se incluyen las instancias de investigación de gabinete, relevamiento organoléptico, gráfico, fotográfico, por fotogrametría 3D, planimétrico y de estado de conservación de los bienes profundizando en el conocimiento de su materialidad. Se atendió especialmente a lo que Cesare Brandi denominó instancia histórica, es decir, al reconocimiento e identificación de bien como tal en un lugar y tiempo específicos, sin enfatizar en lo que Brandi definió como instancia estética, dado que a esta investigación le interesan los valores históricos y documentales de los bienes, y no tanto su artisticidad. Para el relevamiento físico y su parte documental se propone utilizar las estipulaciones del Sistema de Inventario y Registro Automatizado de Monumentos y Sitios (SIRAMS) elaborado por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS). Este sistema guia especialmente la confección de las fichas de inventario donde se volcaron los datos obtenidos en los distintos tipos de relevamiento. El SIRAMS presupone que una de las condiciones previas a las posibles políticas de conservación del patrimonio es conocer de manera precisa y actualizada lo existente y su situación legal.Magister en Conservación, Restauración e Intervención del Patrimonio Arquitectónico y UrbanoUniversidad Nacional de La PlataFacultad de Arquitectura y UrbanismoGandolfi, Fernando Francisco2022-11-02info:eu-repo/semantics/masterThesisinfo:eu-repo/semantics/acceptedVersionTesis de maestriahttp://purl.org/coar/resource_type/c_bdccinfo:ar-repo/semantics/tesisDeMaestriaapplication/pdfhttp://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/146980https://doi.org/10.35537/10915/146980spainfo:eu-repo/semantics/openAccesshttp://creativecommons.org/licenses/by/4.0/Creative Commons Attribution 4.0 International (CC BY 4.0)reponame:SEDICI (UNLP)instname:Universidad Nacional de La Platainstacron:UNLP2025-09-29T11:37:32Zoai:sedici.unlp.edu.ar:10915/146980Institucionalhttp://sedici.unlp.edu.ar/Universidad públicaNo correspondehttp://sedici.unlp.edu.ar/oai/snrdalira@sedici.unlp.edu.arArgentinaNo correspondeNo correspondeNo correspondeopendoar:13292025-09-29 11:37:32.608SEDICI (UNLP) - Universidad Nacional de La Platafalse
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El interés en este estudio parte de la importancia de los cementerios patrimoniales como bienes culturales, tal como señala la Carta de Morelia (2005), Los sitios, monumentos, conjuntos y elementos funerarios constituyen un caso particular, poco valorado y menos atendido, del patrimonio cultural material, acompañado a su vez por usos, costumbres, ritos, conductas y manifestaciones de cada cultura en torno a la inevitabilidad de la muerte y la disposición de los restos humanos, lo que constituye un patrimonio cultural inmaterial de igual importancia. (García Villuendas, 2005). Es decir, que la materialidad de los monumentos soporta y enlaza con la significación sociocultural que representa. Desde este punto de vista, los estudios de valoración y conservación de este patrimonio, apuntan a la preservación y continuidad de una memoria colectiva en torno a los rituales de la muerte y su expresión fúnebre. La muerte, sus rituales y sus espacios son un importante ámbito de investigación multidisciplinaria que ya lleva más de dos décadas de marcado interés académico, institucional y social lo que ha redundado en un impacto positivo en su valoración patrimonial. Investigaciones especialmente universitarias abocadas al estudio de las dimensiones históricas, antropológicas, artísticas y paisajistas de los cementerios, colaboraron en hacer emerger el tema y a interactuar con otros actores sociales involucrados con esos espacios. El interés académico alcanzado por el tema de la muerte y los espacios funerarios abarca ámbitos como la historia social, la historia del arte, la arquitectura, el urbanismo, la antropología social y la psicología, la genealogía y en los últimos años el turismo. Los espacios funerarios que sirven de referentes a los estudios corresponden a espacios extramuros erigidos durante el siglo XIX. La muerte siempre fue un tema presente en todas las sociedades que nos precedieron, como parte inseparable de la propia vida individual y colectiva. Conmemorar, simbolizar, y materializar la muerte era indispensable para asegurar la permanencia en vida del grupo social y sus valores espirituales. Buena parte del patrimonio artístico que se conserva y se exhibe en museos de todo el mundo proviene del culto a la muerte como fenómeno sagrado. La materialización de la muerte en forma de tumbas, monumentos, bóvedas que se exhiben como arte funerario en los cementerios, compone lo que podríamos llamar museos al aire libre, un lugar expositivo más; constituyen un conjunto de bienes patrimoniales reunidos en un mismo espacio. Sin embargo, este tipo de arte funerario que engalana los cementerios decimonónicos tiende a desaparecer, por falta de espacio, costos de realización y mantenimiento. Pero principalmente en la actualidad por los cambios en las costumbres funerarias, que se desplazan hacia una mayor practicidad y al acceso más frecuente a la incineración. En este sentido, durante el siglo XX, paulatinamente se ha borrado el comportamiento social de contacto con la muerte. Ésta fue desterrada de las viviendas, y localizada en los hospitales; se redujeron los tiempos del velatorio y acompañamiento del cadáver y se limitaron las acciones de participación a familiares y deudos cercanos. Las obras de dedicación y conmemoración ya no se encargan y la fisonomía de los cementerios se trasmuta en una alfombra verde de gramínea salpicada de placas. Estas transformaciones refuerzan aún más la necesidad del estudio, rescate y conservación del patrimonio funerario colectivo. Múltiples son los valores patrimoniales de estos cementerios tradicionales, tanto de aquellos urbanos repletos de obras de arte funerario de importantes firmas como los otros que ocupan espacios rurales o semirurales o de ciudades pequeñas que no cobijan bienes artísticos monumentales. Algunos de esos valores son: el del patrimonio ambiental urbano, ya que en muchos casos por el crecimiento de la mancha urbana los cementerios han quedado dentro de la ciudad o en su periferia inmediata, y representan actualmente el único espacio de área verde urbana extenso que posee la ciudad. El valor de su patrimonio artístico; en muchas ciudades son los cementerios decimonónicos los que albergan la más importante colección, cuando no la única de esculturas de mediano y gran formato y de mobiliario urbano de hierro fundido, encargado por catálogo a las grandes casas europeas del rubro; y junto a otro tipo de obras exhibidas, el cementerio es el único museo al aire libre que poseen muchas comunidades. El valor de patrimonio histórico no solo refiere a los enterratorios de personajes ilustres de la historia nacional tradicional y reciente, sino que en el cementerio puede recuperarse información histórica contenida en las lápidas, o rescatar la historia constructiva de la arquitectura funeraria o la historia de las técnicas y materiales empleados en la construcción y la de los artesanos o empresas involucrados, o porque remite al patrimonio intangible que representa la ritualidad de la muerte propia de cada comunidad, con sus celebraciones y anecdotario; y el valor de patrimonio económico tanto por los usos alternativos que pueden darse a la necrópolis orientados al turismo y la recreación, como por la conservación de puestos de trabajo asociados a la ritualidad conmemorativa y frecuente de la muerte. (Caraballo Perichi, 2000) Entendemos que la ponderación y promoción de estos valores patrimoniales incluye el estudio integral e interdisciplinario de los cementerios decimonónicos como de los bienes culturales que lo componen. El cementerio de La Recoleta fue inaugurado el 17 de noviembre de 1822, en el marco de las medidas higienistas que promueve y consolida en la ciudad de Buenos Aires Bernardino Rivadavia, ministro de gobierno de Martín Rodríguez. Si bien ese tipo de medidas venían esbozándose desde el siglo XVIII durante la época colonial, es recién en 1821 que se incorporaron con importancia central al conocimiento técnico y al discurso gubernamental. El cementerio se proyecta como una máquina higiénica dentro de un nuevo ordenamiento espacial de la ciudad. El principio fundamental de esta categorización espacial fue colocar todo aquello que es de sana utilidad en el centro urbano y todo lo peligroso o inarmónico a las márgenes. Esta organización fue producto de la conjunción de factores como la normativa higiénica establecida para la época, la tradición borbónica mayormente precisada y la zonificación de áreas económicas e industriales. La nueva ordenación de la ciudad fue llevada a cabo por un cuerpo técnico provisto de nuevos instrumentos y doctrinas. Los planos originarios del cementerio los diseñó el ingeniero y arquitecto francés Próspero Catelin, quien era el director del Departamento de Ingenieros Arquitectos de la ciudad en esa época. Junto con la aprobación del plano y su ejecución se identifican los diferentes lotes para sepulturas y se establece su precio. Al mismo tiempo el gobierno retine para sí algunas fracciones de tierra para asignarlas oficialmente a aquellas personas que se hayan destacado en algún ramo del servicio público. El grupo de lotes con ese destino que ocupa una sección inmediata al centro geográfico del plano original del cementerio, se conformará como el Panteón de los Ciudadanos Meritorios y su conjunto monumental constituye nuestro caso de estudio. Los monumentos que conforman el Panteón (1 placa recordatoria, 6 túmulos, 2 sarcófagos y 1 mausoleo) se pueden identificar en dos grupos, según las fechas de su erección. Un primer grupo están dedicados a Cornelio de Saavedra (1759-1829); Gregorio Funes (1749-1829); Gregorio Perdriel (1785-1832); Antonio Sáenz (1780-1825); José Izquierdo (1792-1834); Juan Ramón Estomba (1790-1829) y Marcos Balcarse (1777-1832). Éstos monumentos fúnebres se enlazan con la actuación del arquitecto Carlo Zucchi como Arquitecto Ingeniero de la Provincia, siendo funcionario público del gobierno entre los años 1828 y 1835. Un segundo grupo fueron erigidos después de 1860 en honor a José Idelfonso Álvarez y Arenales (1798-1863); Juan Andrés Luis Gonzaga de la Concepción de la Peña (1799-1864) y Guillermo Rawson (1821-1890). La selección de este conjunto se basa en la antigüedad de la mayor parte del conjunto, que remite a los inicios del cementerio, que aún no han sido estudiados profundamente; a la significación histórica de los personajes a quienes están dedicados los monumentos, individuos que han sido protagonistas relevantes de la historia institucional argentina; y al hecho de que este conjunto, particularmente los túmulos erigidos antes de 1835, lo han sido por orden de la autoridad pública del estado provincial y esta circunstancia permite analizar las intervenciones del Estado en la ordenación espacial y sanitaria urbana, como también la incidencia política en las dedicaciones a la muerte. Otro motivo es la unicidad espacial ya que, aunque la erección de los monumentos no corresponde a una única época, se ubican en una misma parcela, que es central respecto del plano originario de la necrópolis; a esto se agrega la similitud en cuanto a la materialidad de los sepulcros, ya que salvo el mausoleo de Rawson que está construido y/o revestido en granito martelinado, los demás túmulos y un sarcófago lo están en placas de mármol. Esta situación de unicidad espacial y de materiales supone unas condiciones de respuesta similares por parte de los materiales a los efectos de los agentes de deterioro ambientales en tanto conjunto a investigar. Lineamientos teóricos y metodológicos: Se propone un enfoque teórico a partir del Restauro Crítico con las salvedades que incorpora la Teoría Contemporánea de la Restauración. Dentro del marco de la restauración crítica se incluyen las instancias de investigación de gabinete, relevamiento organoléptico, gráfico, fotográfico, por fotogrametría 3D, planimétrico y de estado de conservación de los bienes profundizando en el conocimiento de su materialidad. Se atendió especialmente a lo que Cesare Brandi denominó instancia histórica, es decir, al reconocimiento e identificación de bien como tal en un lugar y tiempo específicos, sin enfatizar en lo que Brandi definió como instancia estética, dado que a esta investigación le interesan los valores históricos y documentales de los bienes, y no tanto su artisticidad. Para el relevamiento físico y su parte documental se propone utilizar las estipulaciones del Sistema de Inventario y Registro Automatizado de Monumentos y Sitios (SIRAMS) elaborado por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS). Este sistema guia especialmente la confección de las fichas de inventario donde se volcaron los datos obtenidos en los distintos tipos de relevamiento. El SIRAMS presupone que una de las condiciones previas a las posibles políticas de conservación del patrimonio es conocer de manera precisa y actualizada lo existente y su situación legal.
Magister en Conservación, Restauración e Intervención del Patrimonio Arquitectónico y Urbano
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Arquitectura y Urbanismo
description Esta tesis se enfoca en el estudio en tanto bien patrimonial del conjunto de monumentos funerarios que conforman el Panteón de los Ciudadanos Meritorios en el cementerio de La Recoleta. El cementerio, fundado en la primera mitad del siglo XIX, está situado en la ciudad de Buenos Aires, en el barrio del mismo nombre, y se localiza en la manzana delimitada por el Centro Cultural Recoleta y las calles Azcuénaga, Vicente López y Junín. El interés en este estudio parte de la importancia de los cementerios patrimoniales como bienes culturales, tal como señala la Carta de Morelia (2005), Los sitios, monumentos, conjuntos y elementos funerarios constituyen un caso particular, poco valorado y menos atendido, del patrimonio cultural material, acompañado a su vez por usos, costumbres, ritos, conductas y manifestaciones de cada cultura en torno a la inevitabilidad de la muerte y la disposición de los restos humanos, lo que constituye un patrimonio cultural inmaterial de igual importancia. (García Villuendas, 2005). Es decir, que la materialidad de los monumentos soporta y enlaza con la significación sociocultural que representa. Desde este punto de vista, los estudios de valoración y conservación de este patrimonio, apuntan a la preservación y continuidad de una memoria colectiva en torno a los rituales de la muerte y su expresión fúnebre. La muerte, sus rituales y sus espacios son un importante ámbito de investigación multidisciplinaria que ya lleva más de dos décadas de marcado interés académico, institucional y social lo que ha redundado en un impacto positivo en su valoración patrimonial. Investigaciones especialmente universitarias abocadas al estudio de las dimensiones históricas, antropológicas, artísticas y paisajistas de los cementerios, colaboraron en hacer emerger el tema y a interactuar con otros actores sociales involucrados con esos espacios. El interés académico alcanzado por el tema de la muerte y los espacios funerarios abarca ámbitos como la historia social, la historia del arte, la arquitectura, el urbanismo, la antropología social y la psicología, la genealogía y en los últimos años el turismo. Los espacios funerarios que sirven de referentes a los estudios corresponden a espacios extramuros erigidos durante el siglo XIX. La muerte siempre fue un tema presente en todas las sociedades que nos precedieron, como parte inseparable de la propia vida individual y colectiva. Conmemorar, simbolizar, y materializar la muerte era indispensable para asegurar la permanencia en vida del grupo social y sus valores espirituales. Buena parte del patrimonio artístico que se conserva y se exhibe en museos de todo el mundo proviene del culto a la muerte como fenómeno sagrado. La materialización de la muerte en forma de tumbas, monumentos, bóvedas que se exhiben como arte funerario en los cementerios, compone lo que podríamos llamar museos al aire libre, un lugar expositivo más; constituyen un conjunto de bienes patrimoniales reunidos en un mismo espacio. Sin embargo, este tipo de arte funerario que engalana los cementerios decimonónicos tiende a desaparecer, por falta de espacio, costos de realización y mantenimiento. Pero principalmente en la actualidad por los cambios en las costumbres funerarias, que se desplazan hacia una mayor practicidad y al acceso más frecuente a la incineración. En este sentido, durante el siglo XX, paulatinamente se ha borrado el comportamiento social de contacto con la muerte. Ésta fue desterrada de las viviendas, y localizada en los hospitales; se redujeron los tiempos del velatorio y acompañamiento del cadáver y se limitaron las acciones de participación a familiares y deudos cercanos. Las obras de dedicación y conmemoración ya no se encargan y la fisonomía de los cementerios se trasmuta en una alfombra verde de gramínea salpicada de placas. Estas transformaciones refuerzan aún más la necesidad del estudio, rescate y conservación del patrimonio funerario colectivo. Múltiples son los valores patrimoniales de estos cementerios tradicionales, tanto de aquellos urbanos repletos de obras de arte funerario de importantes firmas como los otros que ocupan espacios rurales o semirurales o de ciudades pequeñas que no cobijan bienes artísticos monumentales. Algunos de esos valores son: el del patrimonio ambiental urbano, ya que en muchos casos por el crecimiento de la mancha urbana los cementerios han quedado dentro de la ciudad o en su periferia inmediata, y representan actualmente el único espacio de área verde urbana extenso que posee la ciudad. El valor de su patrimonio artístico; en muchas ciudades son los cementerios decimonónicos los que albergan la más importante colección, cuando no la única de esculturas de mediano y gran formato y de mobiliario urbano de hierro fundido, encargado por catálogo a las grandes casas europeas del rubro; y junto a otro tipo de obras exhibidas, el cementerio es el único museo al aire libre que poseen muchas comunidades. El valor de patrimonio histórico no solo refiere a los enterratorios de personajes ilustres de la historia nacional tradicional y reciente, sino que en el cementerio puede recuperarse información histórica contenida en las lápidas, o rescatar la historia constructiva de la arquitectura funeraria o la historia de las técnicas y materiales empleados en la construcción y la de los artesanos o empresas involucrados, o porque remite al patrimonio intangible que representa la ritualidad de la muerte propia de cada comunidad, con sus celebraciones y anecdotario; y el valor de patrimonio económico tanto por los usos alternativos que pueden darse a la necrópolis orientados al turismo y la recreación, como por la conservación de puestos de trabajo asociados a la ritualidad conmemorativa y frecuente de la muerte. (Caraballo Perichi, 2000) Entendemos que la ponderación y promoción de estos valores patrimoniales incluye el estudio integral e interdisciplinario de los cementerios decimonónicos como de los bienes culturales que lo componen. El cementerio de La Recoleta fue inaugurado el 17 de noviembre de 1822, en el marco de las medidas higienistas que promueve y consolida en la ciudad de Buenos Aires Bernardino Rivadavia, ministro de gobierno de Martín Rodríguez. Si bien ese tipo de medidas venían esbozándose desde el siglo XVIII durante la época colonial, es recién en 1821 que se incorporaron con importancia central al conocimiento técnico y al discurso gubernamental. El cementerio se proyecta como una máquina higiénica dentro de un nuevo ordenamiento espacial de la ciudad. El principio fundamental de esta categorización espacial fue colocar todo aquello que es de sana utilidad en el centro urbano y todo lo peligroso o inarmónico a las márgenes. Esta organización fue producto de la conjunción de factores como la normativa higiénica establecida para la época, la tradición borbónica mayormente precisada y la zonificación de áreas económicas e industriales. La nueva ordenación de la ciudad fue llevada a cabo por un cuerpo técnico provisto de nuevos instrumentos y doctrinas. Los planos originarios del cementerio los diseñó el ingeniero y arquitecto francés Próspero Catelin, quien era el director del Departamento de Ingenieros Arquitectos de la ciudad en esa época. Junto con la aprobación del plano y su ejecución se identifican los diferentes lotes para sepulturas y se establece su precio. Al mismo tiempo el gobierno retine para sí algunas fracciones de tierra para asignarlas oficialmente a aquellas personas que se hayan destacado en algún ramo del servicio público. El grupo de lotes con ese destino que ocupa una sección inmediata al centro geográfico del plano original del cementerio, se conformará como el Panteón de los Ciudadanos Meritorios y su conjunto monumental constituye nuestro caso de estudio. Los monumentos que conforman el Panteón (1 placa recordatoria, 6 túmulos, 2 sarcófagos y 1 mausoleo) se pueden identificar en dos grupos, según las fechas de su erección. Un primer grupo están dedicados a Cornelio de Saavedra (1759-1829); Gregorio Funes (1749-1829); Gregorio Perdriel (1785-1832); Antonio Sáenz (1780-1825); José Izquierdo (1792-1834); Juan Ramón Estomba (1790-1829) y Marcos Balcarse (1777-1832). Éstos monumentos fúnebres se enlazan con la actuación del arquitecto Carlo Zucchi como Arquitecto Ingeniero de la Provincia, siendo funcionario público del gobierno entre los años 1828 y 1835. Un segundo grupo fueron erigidos después de 1860 en honor a José Idelfonso Álvarez y Arenales (1798-1863); Juan Andrés Luis Gonzaga de la Concepción de la Peña (1799-1864) y Guillermo Rawson (1821-1890). La selección de este conjunto se basa en la antigüedad de la mayor parte del conjunto, que remite a los inicios del cementerio, que aún no han sido estudiados profundamente; a la significación histórica de los personajes a quienes están dedicados los monumentos, individuos que han sido protagonistas relevantes de la historia institucional argentina; y al hecho de que este conjunto, particularmente los túmulos erigidos antes de 1835, lo han sido por orden de la autoridad pública del estado provincial y esta circunstancia permite analizar las intervenciones del Estado en la ordenación espacial y sanitaria urbana, como también la incidencia política en las dedicaciones a la muerte. Otro motivo es la unicidad espacial ya que, aunque la erección de los monumentos no corresponde a una única época, se ubican en una misma parcela, que es central respecto del plano originario de la necrópolis; a esto se agrega la similitud en cuanto a la materialidad de los sepulcros, ya que salvo el mausoleo de Rawson que está construido y/o revestido en granito martelinado, los demás túmulos y un sarcófago lo están en placas de mármol. Esta situación de unicidad espacial y de materiales supone unas condiciones de respuesta similares por parte de los materiales a los efectos de los agentes de deterioro ambientales en tanto conjunto a investigar. Lineamientos teóricos y metodológicos: Se propone un enfoque teórico a partir del Restauro Crítico con las salvedades que incorpora la Teoría Contemporánea de la Restauración. Dentro del marco de la restauración crítica se incluyen las instancias de investigación de gabinete, relevamiento organoléptico, gráfico, fotográfico, por fotogrametría 3D, planimétrico y de estado de conservación de los bienes profundizando en el conocimiento de su materialidad. Se atendió especialmente a lo que Cesare Brandi denominó instancia histórica, es decir, al reconocimiento e identificación de bien como tal en un lugar y tiempo específicos, sin enfatizar en lo que Brandi definió como instancia estética, dado que a esta investigación le interesan los valores históricos y documentales de los bienes, y no tanto su artisticidad. Para el relevamiento físico y su parte documental se propone utilizar las estipulaciones del Sistema de Inventario y Registro Automatizado de Monumentos y Sitios (SIRAMS) elaborado por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS). Este sistema guia especialmente la confección de las fichas de inventario donde se volcaron los datos obtenidos en los distintos tipos de relevamiento. El SIRAMS presupone que una de las condiciones previas a las posibles políticas de conservación del patrimonio es conocer de manera precisa y actualizada lo existente y su situación legal.
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