Abstract:
En Democracia y Educación Dewey afirma que "la filosofía puede definirse como la teoría general de la educación. La filosofía de la educación no es la aplicación externa de ideas ya hechas a un sistema práctico que tenga un origen y propósito radicalmente diferente: es solo una formulación explícita de los problemas de formación de hábitos mentales y morales adecuados a las dificultades de la vida social contemporánea." (1953: 324). Así por ejemplo -según Dewey- gran parte de los "dualismos" asumidos como puntos de partida en la reflexión filosófica reflejan la existencia de prácticas y hábitos mentales que tiende a trazar distinciones (artificiales) en la comunidad. La filosofía de la educación debe capacitarnos para prever donde surgen y se desarrollan los problemas filosóficos. Consecuentemente una sociedad pluralista debería reconocer y enfrentar a través de la educación los "dualismos" presentes en las prácticas sociales puesto que una sociedad pluralista concibe a la educación como un medio para su propio desarrollo, entendido como una transmisión y renovación de experiencias para el mejoramiento del grupo social. En este sentido, la auténtica naturaleza de la vida social consiste en luchar por subsistir, siendo la educación, entendida en un sentido amplio, el medio más eficaz para la perpetuación de la vida social. En síntesis, toda organización social que aspire a perpetuarse pero también a desarrollarse mejorándose y mejorando la calidad de vida de sus integrantes deberá ser pluralista, comunitaria y educadora. Ahora bien, ¿cuáles son los rasgos distintivos que caracterizan a una sociedad de este tipo? De acuerdo a la descripción normativa de la educación que hace Dewey estas funciones deben ser atendidas por esa "reconstrucción o reorganización de la experiencia". Dewey piensa que los individuos no son creaturas centradas en si mismas que han de ser sobornadas en beneficio de interés social, sino más bien seres comunitarios que aprenderán a pensar en términos sociales sólo en la medida en que participan en las prácticas de formar e instrumentar medios y fines colectivos. Estos fines no pueden ser establecidos con antelación a nuestras prácticas reales y de ahí que la educación deba ser entendida, según Dewey, como una renovación constante de la experiencia. De lo que se trata es de evaluar nuestra prácticas a la luz de de nuestras necesidades reales que están en constante cambio. Es por ello que nuestros fines son fines en perspectiva no algo que preexista conceptualmente a la acción y la experiencia sino que su contenido se determina en relación a ambas. Dicho en otros términos, Dewey se opone aquellos que piensan que es posible determinar y evaluar a priori fines con independencia de las prácticas; la continuidad entre acción e inteligencia requiere que seamos capaces de asumir el experimentalismo acerca de los valores reconociendo que medios y fines están en un continuo y que en el curso de la investigación pueden ser revisados. La justificación de nuestras prácticas, o de forma de vida democrática, a diferencia de una forma de vida autoritaria, se hace "desde dentro", como también lo hace la ciencia en la justificación de la verdad de sus teorías. De allí que el conocimiento, la búsqueda de la verdad, sea un producto de la actividad social. La principal virtud de la forma de vida democrática es que no puede justificarse "desde fuera", no puede universalizarse. Esto permite la discusión racional, la justificación en vez del autoritarismo y la imposición; la democracia es una condición para la búsqueda racional de la verdad y en esto radica su justificación. Parte de la búsqueda racional de la verdad implica la crítica de las instituciones, creencias, costumbres y políticas respecto a su relación con el bien común. Este es el interés primario de la filosofía, según el pragmatismo, el mejoramiento permanente de las instituciones educativas. En la presente ponencia me propongo analizar la tesis que sostiene que el desarrollo de sociedades democráticas y pluralistas requiere la formación de hábitos que permitan entre otras cosas asumir el carácter transitorio y revisable de nuestras valoraciones. Para ello analizaré en primer término el concepto de educación como renovación constante de la experiencia para mostrar cómo esta concepción se transforma en una condición de toda educación que aspire a ser inclusiva e igualitaria, no solo en términos epistémicos sino también en términos morales.
Author affiliation: Testa, Ana Inés. Universidad Nacional de Córdoba; Argentina